Cuando te dicen que "No hables con extraños" y descubres el porqué
James Watkins ofrece un sugerente largometraje lleno de matices
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No pretendemos adentrarnos en el debate de si Hollywood está falto de ideas. Sobre si el reinicio de franquicias, el continuar de estas o los "remakes" son una muestra de ello. Pero sí osaremos afirmar que estos últimos pueden llegar a ser un atractivo con tal de visionar una película. No pondremos ejemplos, pero la diferente visión de un director sobre la original, el hecho de que la trama se centre en otro personaje o, incluso, que su ambientación sea distinta puede dar un producto interesante. Por ello, el que no hubiéramos visionado el "Gæsterne" (2022) de Christian Tafdrup hará que podamos evitar las odiosas comparaciones con "Speak No Evil"; o "No hables con extraños" en castellano.
En sí, este largometraje dirigido por el británico James Watkins es una perfecta metáfora de las posibles consecuencias que tendría el no cumplir esa advertencia que nos decían de niños. Sorprendentemente, esto se ve trasladado al mundo de los adultos cuando el matrimonio Dalton (Scoot McNairy y Mackenzie Davis) conocen a Paddy y Ciara. Las horas bajas en su convivencia, y su lucha por superar la crisis, harán que se sientan atraídos por esos dos anónimos individuos que conocen mientras están viajando por la Italia rural. Su descontento ante la monotonía del asueto, y el reforzar de esa sensación por las amistades que hacen, harán que la fascinación hacia aquellos sea más fuerte.
En especial sobre Paddy (James McAvoy), quien parece ir especialmente hipnotizando con su personalidad a Ben. Su extrovertida, temeraria y exultante forma de ser hasta acabará atrayendo a Agnes (Alix West Lefler), la hija de los Dalton. Además, su unión con Ciara (Aisling Franciosi) parece idílica. A su anhelar ante esto también se suma la aglosia congénita que padecería su hijo Ant, al cual se encarga de dar vida Dan Hough. Por ello, y tras un arduo cuestionar sobre si deben ir o no, aceptan pasar unos días en la residencia campestre de la pareja. Poco a poco, irán descubriendo el lado oscuro que esconden mientras se engañan ante las evidencias.
James Watkins ("ScreemSlam", YouTube)
Y es que, según expresaba a "Best Movie", Watkins gusta de meterse en el cerebro del espectador y darle un puñetazo en el estómago. "Una película debe tener un contexto y un compromiso con el mundo en el que vivimos". Y añadía que con tal de hacer una buena película hay que "dominar los mecanismos de la narración". De hecho, se confesaba admirador de Alfred Hitchock y de ser en su adolescencia Ridley Scott su director favorito. Buscando controlar la tensión y reacción del público, siempre le pareció "muy fascinante la experiencia" con este. "Sobre todo cuando se trata de hacer aflorar ciertas emociones y trabajar los estados de ansiedad y atención".
Pero esta película va más allá en su temática. Versa, en propias palabras del director, del conformismo, de las consecuencias que puede acarrear la corrección social, de la sumisión. Su primera parte "trata sobre cómo negociamos los roles sociales, pero en un momento dado esos (...) se rompen y se imponen unas (sensaciones) más primarias", reflexionaba en "ECartelera". "Creo que en esta película vemos algo que predomina en nuestra sociedad: el buenismo y el miedo a sentirnos incómodos", añadía. Y es que al ofrecerle el proyecto vio "la oportunidad de coger la premisa de dos parejas que se conocen en vacaciones, se hacen amigos y todo sale mal".
Sorprendentemente, el británico no conocía la obra original. Considerando que era "fantástica", afirma en "Aullidos", vio que había una manera de "retomar los temas, los personajes y la estructura". Describiéndola de acústica, esgrimía que la suya "se vuelve algo eléctrica" después de traer "una estrella de rock como (James) McAvoy". Pero lo más importante es que se retroalimentaron entre todos los interpretes y él. "Fue el mejor tipo de juego en términos de creación" a la hora de ensayar las escenas. "Me divertí mucho dirigiendo esta película porque tenía un elenco de actores de primera clase y fue más como una forma de jugar".
Scoot McNairy y James McAvoy (decine21.com)
Uno de los platos fuertes del guión escrito por el propio Watkins es la forma en que parece tratar los conflictos. En un primer momento, da la impresión de querer reflejar el habido entre lo rural y lo urbano. La perdida de naturalidad de este último frente a lo primigenio de lo otro. Es decir; el choque de dos mundos representados por la virilidad de uno ante la perdida de fuerza, de iniciativa, voluntad e, incluso, el cumplir a rajatabla las normas establecidas. Con tal fin realiza un giro sorprendente. Pasa de lo que podríamos tildar de drama familiar a un "thriller" psicológico según va presentando el contexto. Y a medida que este avanza en su oscurantismo se viste con tintes de "slasher" a la par que llega a rozar un "gore" muy pulcro.
Lo que lo avala es el protagonismo que toma la iluminación. Esta comienza siendo aseada, clara y fina. Aunque se torne grisácea en los instantes de discusión. Los momentos de ocio se ven reforzado por la luz natural. Incluso es colorido en veladas que se tornan surrealistas en la conservadora actitud de los Dalton. Y esta, en las situaciones sombrías y de dilema que dan pie a angustiosas revelaciones, juega con la incertidumbre mezclando las sombras y planos que permiten tocar el miedo y dudas de los huespedes mientras que la otra pareja disfruta al tener el control absoluto de la situación. Finalmente, la oscuridad se hará presente en lo más turbio de la historia.
A esto hay que añadirle el ritmo que Watkins le otorga al largometraje. Se toma el tiempo justo y necesario para presentar a los personajes. Sus dudas, miedos, carencias y excelencias se presentan sin artificios, en el momento exacto haciendo que el espectador empatice con ellos. El sufrimiento que puede llegar a sentir se debe a lo finamente mostrados que son; incluso la aversión se deja sentir hacia los que podríamos decir que son los "buenos". Algo que también sucede en los "malos"; constantemente va dando pistas sobre cómo son dejando más de una confesión oculta de sus verdaderos propósitos. Incluso el desenlace guarda moralejas y metáforas sobre el momento existencial de todos ellos aunque pudiera parecer predecible y carente de significado.
Con todo esto no pretendemos decir que "No hables con extraños" sea una obra maestra. Se trata de un buen trabajo cuya complejidad es palpable y que necesita de más de una lectura. Trabaja de forma muy fina el Síndrome de Estocolmo y la psicopatía, incluso el complejo de castración masculino referido por Sigmund Freud y la constante búsqueda de la reafirmación masculina en la figura de otro varón. Pero cae en bastantes clichés, o arquetipos si prefieren llamarlo así. Entre estos estarían que el villano esté acompañado de una fémina con apariencia de "femme fatal" emancipada, pero que en realidad está subyugada a él. Además de la presencia del recurso de la heroína habida en el cine de terror que se ve abocada a sobrevivir por la inutilidad del varón del que es pareja.
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Clave de ello es la visceral dicotomía habida entre los personajes en función de su género. Tal es así, que la enérgica actuación de James McAvoy parecería eclipsar al resto del reparto. Pero haciendo una reflexión calmada, uno llega a la conclusión de que sería imposible que la película funcionara si no fuera de esa manera. Su notoria competitividad con el mundo, en especial con Ben, le convierte en un mentor sobre cómo deben ser las cosas. Y claro, la impotencia y falta de resolución ante la vida por parte del segundo hará que encuentre en él una figura paterna que será su reflejo a seguir. Scoot McNairy se muestra cómodo en una actuación sutil que, sin arriesgar, va ofreciendo los matices que cada situación de la trama requiere.
De hecho, McAvoy llegó a declarar a "Empire" que su inspiración provino de Andrew Tate, un "influencer" conocido por su tóxica personalidad y comentarios de extrema derecha. Según el actor, Paddy "te reta diciendo: «Tienes una polla lo bastante grande como para tomarte una copa conmigo» o «Lo siento, esto es demasiado para ti porque no eres lo bastante auténtico»". Aún así, McNairy explicaba a "Excelsior" que Ben tiene una fuerza muy especial que le lleva a hacer cualquier cosa por su familia "a pesar de sentirse desvalorizado, pues, recién acaba de perder su trabajo, tiene complicaciones con su esposa y está desconectado de su pequeña hija". Su frustración e impotencia son la gran fortaleza del papel.
En el caso de Ciara y Louise sucede que serían los diferentes lados de una moneda. Mientras que la primera, tal y como hemos comentado anteriormente, parece una mujer emancipada y segura de sí misma, oculta su total sumisión ante Paddy llegando a cometer actos atroces con tal de complacerle y sentirse segura. La segunda lucha contra las convenciones sociales a la par que se aferra a ellas con tal de proteger a su hija y ve cada vez más lejos la batalla que mantiene por salvar su matrimonio. Inteligente, echada para delante, aunque torpe y obligada a tomar las decisiones que deberían recaer en su marido, se tambalea entre tener la posición de liderazgo que le exige a este cuando sueña con la comodidad de lo socialmente establecido y anhela repetidamente romper con ello.
La complejidad de ambas fluctuan entre el deseo de dominio de la primera y esa ansia de romper con la monotonía de la segunda. Aisling Franciosi comentaba en la previa de "Universal" que pensaba que Ciara era la clave de que los Dalton se sintieran atraídos por ellos. Su timidez y calidez contrastaba con la extravagancia de Paddy logrando un equilibrio ante las reglas sociales que quebraba sin cesar. Esto frente al continuo intento de Louise por evitar los enfrentamientos. "Entiendo que actúe así y cómo de aterrador debe ser ofender a alguien por malinterpretarlo", señalaba Mackenzie Davis a "ECartelera". Ello en un momento frágil de su matrimonio en que reprimía instintos poniéndolo en riesgo y, posteriormente, haciendo lo mismo hacia Ben con tal de que se sintiera seguro pese a discernir el peligro que les acechaba.
En el centro de toda la historia están los dos chavales preadolescentes. Dan Hough y Alix West Lefler son los poseedores de la llave que abre el misterio. El primero ejecuta con maestría la personificación de las consecuencias de las acciones de Paddy y Ciara a la par que refleja la perdida de la inocencia de su edad bajo una minusvalía. La otra, combate su miedo a crecer por las exigencias ante esto de su progenitor frente a la sobreprotección de Louise. Poco a poco irá aclarando la gris realidad ante la insistencia de Ant. Pero, tal y como mencionamos antes, el largometraje tira de arquetipos. Y en este caso no deja de ser la ceguera de sus progenitores pese a las constantes señales de alarma que los dos jóvenes van activando.
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Llegado a este punto, cabe señalar que la claustrofobia es un punto esencial del largometraje. La imposibilidad de respirar de los Dalton se ve aligerada constantemente por Paddy y Ciara negándoles lo que les rodea. Y clave de ello es la residencia en la que se desarrolla la trama. Esta se convierte en una trampa de ratones en la que únicamente pueden escapar cuando sus anfitriones les permiten coger aire como un premio a su buen comportamiento y fraternidad. Es tal la importancia de esta que logra que todo lo que se encuentre fuera tenga un componente agorafóbico como señal del peligro exterior que se encuentra latente ante la mirilla de un cazador apuntando a su presa sabiendo que apretará el gatillo cuando él quiera.
Es la muestra de cómo un lugar paradisíaco, tal y como lo fuera su estancia en Italia, puede convertirse en todo lo contrario ante la presencia de sus señores. Estos exigen que sigan sus costumbres mientras que los otros dudan en enfrentarlas sabiendo que no son correctas. En consecuencia, además de evitar confrontaciones, van cayendo en un juego que les va atrayendo hasta quedar atrapados. Entonces, sólo les queda una opción. Enfrentarse o aceptar las repercusiones. Será ahí que toda la magia embaucadora entre en acción al haber conocido cada una de sus intimidades, debilidades, deseos, miedos y reproches usándolos en beneficio propio.
Ante todo esto, la recomendación hacia la película es obvia. Aún así, reiteraremos que no se trata de una obra maestra, pero varias lecturas, o reflexionar pausadamente tras su visionado, es más que aconsejable. Disfrutarán de diferentes homenajes al cine de terror, al mismísimo Alfred Hitchock e, incluso, referencias a diversas culturas antiguas de la humanidad. Lo natural contra lo urbano en una batalla constante representada en las reglas establecidas y su antítesis. Todo mediante un gratificante guión que supone el cuarto largometraje dirigido por James Watkins. El primero de ellos fue el "Eden Lake" de 2008, en la cual contó con Kelly Reilly y Michael Fassbender. En 2012 estrenó "La Mujer de Negro" teniendo bajo su batuta a Daniel Radcliffe y 2016 vería cómo su "Asalto en París" disponía de Idris Elba en su elenco.
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