AL GASTARSE EL TIEMPO
Le robaron el verano,
además del otoño y la primavera.
Le dejaron del invierno
alguna que otra hora
donde tener que abrigarse
del frío que imperaba
con la vestimenta de promoción.
Así se le fue gastando el tiempo.
Y las esperanzas
que parecían esfumarse.
Apretaba su rabia
sin dejarla entrar en acción.
De vez en cuando gritaba, lo soltaba
sin que llegara a algún oído.
Las veces que lo hizo
se desgañitaba hasta tal punto
que la voz perdía durante meses.
Sus ojeras se marcaron
de tal manera que su semblante,
antes brillante y lleno de vida,
se oscureció por completo.
Se le fue cayendo el pelo.
Ese que antaño fue tan radiante
y que irradiaba toda su fuerza
quedándose en algún rincón.
Se decía que nunca tuvo suerte
sabiendo que se estaba engañando
buscando una razón.
Los días le pasaban lento.
Pero con dirección a la monotonía
al volverse en una condena perpetua.
Era, al fin y al cabo, un preso.
No contemplaba mañanas,
ni siquiera recordaba aquel cariño
que llegó a sentir en unos días lejanos.
Ni por qué se levantaba.
La única energía que le hacía vibrar
provenía de una flor con un rojo intenso.
De cómo emanaba sus olores.
Entonces sentía fortalecerse
y su espíritu se llenaba de fulgor.
Encontraba un porqué a su continuar.
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