"El 47"; mucho más que una línea de autobús

Su secuestro es una mera excusa con tal de destripar un pasado muy actual

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Queremos plantearles un par de cuestiones. ¿Tiene que ser un largometraje basado en hechos reales fiel a la historia? ¿Puede permitirse el lujo de añadir elementos con tal de hacer la trama más atractiva? Si lo piensan, habrá muchas películas que, por "a" o por "b", tienen sus pormenores alterados. Por lo que sea. Y, aún así, habrán disfrutado de ellas. No estamos diciendo que la leyenda del extremeño Manolo Vital sea un ejemplo de ello (si desean puede sumergirse en ella mediante internet o tirando de hemeroteca), pero, incluso sabiendo lo que hay detrás de "El 47", deberían dejar de lado su componente biográfico con tal de deleitarse con el trabajo dirigido por Marcel Barrena.

Y es que, aunque a algunos pudiera parecerles surrealista y poco creíble, la obra del barcelonés es dura y cruda. Aunque menos de lo que podría esperarse. No deja de tener un aura de romanticismo que embellece las arduas condiciones que los "charnegos" tuvieron que sufrir al momento de, en pleno franquismo, abandonar su tierra natal hacia la Ciudad Condal. Y ello sirve de personificación en aquellos que lo vivieron en otras partes del estado. Se trata, por lo tanto, de un homenaje que alcanza su cenit en algo que, hoy día, nos puede resultar tan trivial como sería una línea de autobús. Pero va más allá. Construir una casa, además de un barrio con tus propias manos, y luchar por tener agua corriente, electricidad o teléfono en medio del racismo es un campo lleno de batallas encarnizadas.

El respeto a la figura del "charnego"


El también barcelonés Eduard Fernández es el encargado de encarnar a Vital. Poco hablador y labrado en mil lides desde el fusilamiento de su padre por parte de los falangistas en el 36, se ve obligado a migrar a Barcelona con su hija Joana. Allí conocerá a Carmen (Clara Segura), una monja con la que coincide en el futuro barrio de Torre Baró (Sierra de Collserola). Mientras luchan contra la represión franquista, y tratan de mantener a la descendiente del primero al margen de lo que les rodea, pelearán por lograr unas dignas condiciones de vida. Y entre estas está disponer de agua corriente, algo que no llegará hasta 1973. Pero durante 1978, y ya entrados en la Transición, siguen prácticamente incomunicados. 12 kilómetros les separan de la plaza Cataluña. Y ese recorrido lo deben hacer a pie. Manolo, quien es conductor de autobuses, se ve inmerso en una batalla contra la administración por lograr que una línea de estos llegue a la zona.

"Siempre he sentido un gran respeto por la figura del charnego –de hecho, mi madre es de un pueblo de Burgos, así que yo lo soy en gran parte– y para mí Manolo Vital es un homenaje a todos ellos", relata Eduard Fernández a 'Fotogramas'. Y es que supura sentimiento en cada escena del largometraje. Su interpretación es obscena, visceral, sacada de lo más profundo de sus entrañas. En su opinión, "el cine es para tomar conciencia de algunas cosas". Y esta película es un vehículo perfecto con tal de reivindicar la figura de los migrantes y el rechazo que reciben y recibieron, incluso entre aquellos que estando en el lado franquista dejaron sus hogares. Además, entre esos temas que refiere el actor incluye el acoso sexual, ya que antes le costaba verlo al haber "mamado" el machismo. "Gracias al cine y a mi hija Greta he tomado conciencia de lo poco consciente que era de algunas cosas".

Son también sus 110 minutos de metraje una oda a la fraternidad, la amistad y la familia. Un reivindicar del combate frente a la adversidad, a no bajar los brazos ante la conformidad y no dejar las cosas tal y como están. A que lo construido no caiga en saco roto y que aquellos que caminarán por detrás sepan de dónde vienen a pesar de que les cueste entenderlo. Al que más vale arriesgar pese al miedo a perderlo todo. Esto dentro de un marco de confrontación ante unas instituciones que rezuman franquismo por los cuatro costados cuando sus estandartes están todavía más que presentes. Es, al fin y al cabo, el enfrentamiento entre unas sátrapas instituciones abanderadas por el "señoritismo" de aquellos que únicamente ven servilismo en los que consideran inferiores y los que saben que deben y pueden tener una voz más allá de los que aparentan pretender que es escuchada.

"Torre Barós hay muchos"


Por su parte, Barreda apuntaba en 'Público', y otros medios, que todos somos hijos de la inmigración. "Mis abuelos habían venido de Andalucía y yo nunca consideré que eso era algo excepcional, sin embargo, vas creciendo y ves que el concepto de inmigrante crispa a algunos". Proseguía diciendo que el que marcha es porque lo necesita. "Parto de la base de que nadie se va de su casa queriendo, te vas porque en tu ciudad, en tu pueblo, no puedes conseguir lo que quieres". Ante todo esto, en un mundo que hay sobreexplotación de la información, y en el que se sabe lo que pasa en el otro lado del planeta, "perdemos el vínculo con lo que está cerca". En consecuencia, también con "el tejido de los colectivos pequeños, las asambleas de barrio"...

La moraleja es que es la historia de España siendo este un país de movimientos, indicaba en 'Mas de Uno' de 'Onda Cero'. "Ya casi nadie tiene esos ocho apellidos de una zona", señalaba al afirmar que el autobús, en el fondo, no era más que un "Macguffin" cinematográfico, una excusa para vertebrar lo que pretendía. "Torre Barós hay muchos" a nivel estatal. Y claro, dentro de todo ello está la aspiración de los jóvenes a tener una vida mejor pese a que tengan que salir del barrio. "Es el choque generacional". Ante esto, Barreda volvía a recurrir a una frase de Sócrates, tal y como había hecho en otras entrevistas: "Los jóvenes de hoy no se adaptan, no respetan a sus padres y no escuchan a sus profesores". Es, en definitiva, un hecho que hemos mencionado anteriormente y que está caracterizado en Joana.

Encarnada por Zoe Bonafonte, esta declaraba en "Comoexplicarte' que se trata del "reflejo de una generación que llega al barrio como inmigrante y sin saber realmente quién es". De hecho, hasta ignorará sus raíces extremeñas. Por ello la música en la película es de suma importancia en recuperar su ascendencia. "Marca el camino hacia la aceptación" señalaba a la par que Clara Segura recalcaba que "es muy importante que los mayores nunca dejen de explicar a sus hijos lo que vivieron de jóvenes, para que así tarde o temprano las nuevas generaciones comprendan de dónde vienen y a dónde van". He ahí el motivo por el que la canción popular fuera tan importante en la lucha antifranquista, añadía.

Y es que no caer en el olvido identitario es clave en el largometraje. Algo que, en opinión de Segura, “cada vez será más difícil de mantener porque estamos en un mundo global, en el que nos movemos muchísimo y llegará un momento en que tendremos que enfrentar que nuestra identidad es el mundo y aceptarnos y ayudarnos entre todos”, aducía en 'Cronica Global' de 'El Español'. Y más teniendo en cuenta que su papel, Carmen, deja lo hábitos al enamorarse de Manolo con tal de formar una familia. Su constante lucha por mantener la fé en el día a día, el amor por su prole y hacia aquellos que les rodea se ve perfectamente dibujada en su verdadera vocación: su labor de profesora al volverse un pilar fundamental en Torre Baró.

El barrio y sus vecinos


Todo esto que acaban de leer es la vertebración del guión perpetrado por el propio Barrera y Beto Marini. Además, el factor de que Clara Segura y Eduard Fernández sean hijos de migrantes hace que interioricen y hagan suya las caracterizaciones que emanan. De una complejidad palpable por la constante visceralidad de aquellos a los que describe, hace especial hincapié en el papel de los personajes secundarios. Ya sea por cuestión a la hora de mostrar anécdotas que podrían resultar baladíes, o que en muchos casos estén interpretados por gentes del mismo barrio y que vivieron el momento, lo vuelve más creíble por el hecho de que estos estén disfrutando con esa experiencia en la que pueden convertirse en actores.

Y hablando de interpretes de reparto, la aparición de Salva Reina como Felipín es esencial en la trama. No sólo por la temeridad, inocencia y ansiedad que emana por salir de la situación, sino porque junto a Manolo y Carmen resulta ser uno de los lazos de unión que logra que el barrio sea una piña pese a la discrepancias que puedan surgir. Es, además, en lo que a carácter se refiere, el punto opuesto a Vital, por lo que mientras este es la paciencia y experiencia personificada, el otro es la erupción de las acciones sin llegar a pensar en las repercusiones que pudieran surgir. Son junto a Joana parte del quinteto sobre el cual gira una trama que no tendría sentido si aquel último desapareciera.

¿Pero quién es ese quinto personaje? Pues no lo van a encontrar en la ficha técnica de la obra, aunque en caso de visionarlo lo podrán palpar y acariciar e, incluso, si se lo proponen, hasta oler. Este no es otro que el mismísimo barrio de Torre Baró. Rodada la película en gran medida en él, supone la representación de todos esos lugares que todavía siguen habiendo en el estado y que, en mayor o menor medida, han salido adelante mientras siguen luchando por su dignidad. Su vitalidad y energía da un paso adelante como la mejor carta de presentación sin necesidad alguna de interpretación. Y es que este, al igual que los extras residentes y oriundos del lugar, es de una extrema naturalidad que únicamente la dureza cotidiana puede expresar.

Respeto, homenaje y agradecimiento


Como habrán notado, hasta este momento no hemos señalado ninguna de los trabajos anteriores del director. Tampoco del guionista o actores que participan. Esto lo hemos hecho por una sencilla razón. Pretendemos que se adentren en él olvidándose de todos, en el caso de que los conozcan. Por decirlo de alguna forma, que la disfruten en una completa virginidad. Que gozen con el resultado del rodaje realizado en junio y julio del año pasado. Que descubran ustedes mismos cómo Barrera se topo por casualidad con el suceso que hila su historia. Y, sobre todo, que presten especial atención a la música que la florece convirtiéndose en el espejo por el que se miran las personas que en ella aparecen. Por así decirlo, nuestra intención es que se adentren en el metraje sin injerencias externas y, ya después, se dirijan a los hechos reales. Pero si se da la circunstancia de que previamente los conocían; háganse un favor y véanlo ignorándolos.

En definitiva, se trata de un largometraje de respeto, homenaje y agradecimiento. Algo que los "maquetos" del País Vasco podemos tomar como nuestro en honor a las raíces que nos vieron germinar. En especial por el valor y lucha de nuestros ascendentes al llegar a esta tierra que hacemos también nuestra. Por no olvidarlos. Por tener presente de dónde venimos y dónde estamos. Por el amor hacia ambas. Por los lazos que dispondrán aquellos que nos sucederán. Aunque la historia del secuestro de un autobús  sea algo meramente anecdótico sobre lo que gira todo (si así lo fue lo dejamos a sus particulares conclusiones). Y, sobre todo, un aviso de conciencia de clase, sangre y memoria para cuando dejemos atrás los paisajes que nos vieron dar nuestros primeros latidos en pos de otros que nos hagan emanar una sonrisa; y más de una lágrima.






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