ISRAEL EN EUROVISIÓN
Conecto la radio.
Y por un instante,
y por un momento,
un niño vuelvo a ser
al imaginarme
que en ella cuentan historias
de dragones y mazmorras.
Aunque es una canción
lo que en ella late.
No tiene sentido,
pero ya habrá gente
que con ella baile.
Su sentido no me llena,
y menos aún su textura.
Así que abro una cerveza...
es de lata, pero el primer trago
parece saberme a gloria.
Y me da por fregar
los cacharros
cuando al fondo
la radio resuena.
Llegan las noticias...
y este caos
que es el mundo
es una rutina.
En un lugar caen las bombas,
mete la mano algún político
y el fútbol parece reinar.
Hay más, incluso cotilleos,
pero acabo la cerveza
sin importarme
quién había roto con quién,
de otros su vida, su día a día.
El fregado se termina,
me siento ante el escritorio.
Tengo cosas que hacer.
También masturbarme,
pues bastante había escuchado
al que ríe la vida ajena
sin recurrir a la radio.
¡Menuda afición más sana
la que le viste!
Algo en mi se estremece
en su intento por aflorar:
Se trata de un cuento;
de la cotidiana
lucha frente a las adversidades
y sus tonalidades de grises.
De cada tesoro
cuando las mañanas
se tiñen oscuras y parecen
que nada bueno podrían ofrecer.
Incluso, de sentir el Sol
en los días que llueve....
...o de la hierba verde
que aparece en el desierto.
Pero hoy es lo de Eurovisión...
y también está Israel...
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