EL AGASAJO

"Sólo te pido que confíes en mí", 

le comentó con mirada lastimera.

Esos ojos estaban húmedos

y reflejaban una exquisita pena.

Pero dejaban ver

su naturaleza,

toda la auténtica

esencia de su ser.

Y lo que esta escondía

eran malas artes

bajo los disfraces

vestidos de armonía.

"Tiempo atrás te tuve enfrente de mi", 

le contestó sin pretender evadirla.

"Luces ahora con otro envoltorio,

pero la sensación es la misma".

"Entonces sabes a lo que vengo,

¿no desearías que te muestre

mi auténtica cara"?,

le cuestionó 

en susurros.

"Ya la he visto.

Fue hace tiempo,

y todas tus ordas 

esconden bien tu estandarte

en todos esos que no la han visto".

Se hizo el silencio, la tensión y la rabia.

Una tormenta eclosionó 

más allá del horizonte

que sus espaldas podían llegar a ocultar.

"¿Acaso no deseas poderla disfrutar?"

Será un simple momento...

y sí, todo lo que ansíaste

lo tendrás en tus manos que buscan la paz".

De nuevo escudriñó esa mirada.

Dejaban ver rencor

pese al equilibrio

que pretendía reflejarse

en un gesto de superioridad.

"Mira está situación:

ven a mi, ven a mi y tendrás

el beneficio que da la gloria

y recuperarás

todo lo que una vez te arrebaté".

Contestó despacio:

pausado, con calma fina.

"Siempre pretendes vender alquimia,

como si la verdad

fuera que de tus venas brotase".

Aguardó un poco antes de continuar.

"Sabes que te niego.

Y también, incluso, 

a aquel que combatir pretendes".

Percibió que su piel se erizaba.

"Y te compadezco.

Porque no lucho contra tí,

mucho menos contra tus argucias.

Es así: te ignoro.

Fielmente te ignoro.

A tus tentaciones y a tí.

Pues pretendes que todos te deban

hasta el universo".

Regresó el silencio. 

¿Cuánto duraría la calma?

El vacío se llenó.

¿Cuándo volvería a llenarla?

Pasaría por aquel lugar

en compañía, solo...

Mostrando otro rostro

con diferente sonrisa...

con o sin sus estandartes

lo haría para agasajarle.

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