LO INÚTIL DEL ODIO

No me sirve el odio.

De nada, de nada sirve

ese sentimiento

(si así se le puede calificar)

capaz de prostituir

las almas y corazones.


Es sentirse muerto

sin que nos lata la sangre.

Convertida en polvo

ella misma se vuelve asfixia

que consigue extinguir

nuestro calor en el nacer.


De él proviene la venganza,

ese acto incestuoso

sin uso de razón

que daña más que su puerta.


El miedo a lo que es distinto

es una balanza

desproporcionada

que no tiene contrapeso.


Es algo mezquino

que a la hora de combatirse

trae consigo el riesgo

de originar todavía mucho más.

Por ello, su existir

es tan firme al enraizarse.


Pero si se puede educar

en él, en lo opuesto 

también. Será largo

camino, pero llegará


el día en que la hora

ruja por los minutos

sin esa lacra.



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