EL NAVEGAR A LAS ESTRELLAS
¿Por qué,
si las estrellas
dan la impresión
de ir navegando,
no cogemos un puente
hacia su embarcar?
Tal vez
todas las dudas
nos son un freno
en el trayecto,
un diminuto lastre
que habrá que evitar.
Sabemos que se mueven
a lo largo del Universo.
Sus viejas posiciones
se fueron cambiando en el tiempo.
Lo que vieron
antaño las gentes
son unas figuras
que no corresponden
con las mismas de ahora
o el futuro.
Observamos
esa luz brillante
desde la distancia,
con curiosas lentes
que nos las acercan
en un cuadro.
Pero sobre aquel puente
que quizás podría ser construido
se recrea nuestra mente
en un baile sin ser bailado.
Ese baile
sería un viaje
con el cual
lo atravesaríamos,
pues el puente
es paciente
en sus formas
y su recorrido.
Pero a pesar de ello,
de esa enorme paciencia,
se frustra toda su esencia
al ser incapaces
de ver su resplandor
surcando los mares.
Ese puente, en realidad,
no deja de ser
un barco que navega
por el Universo,
entre sus aguas.
A veces calmas,
otras violentas.
Y aunque su botadura
es inminente
suele ser ignorada,
pues no se oye su eco
llamando al alba
ni las ráfagas
de su respirar.
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