LA PAZ DE LA FLOR

Si ves una flor que baila

sobre las aguas de un lago,

deja que siga bailando.

Fíjate en ese meditar

con el que consigue

flotar y trascender,


pues inmóvil parece estar,

pero se va trasladando

desde ese lugar a otro.

Y no pone resistencia

mientras se sumerge

en un frágil trance.


Sorprendente, ¿verdad?

Es así que abrazar puede

la paz anhelada

que con esfuerzo persigue.


Imagínate la escena.

¿Crees que merece la pena

todo el sufrimiento

que padece,

y eso aunque ya no lo sienta,

con tal de poder alcanzar

la luz del premiado

al trascender?


Resulta ser una esclava

de lo que dicen Destino,

un inflexible concepto

del que no se puede escapar

fijado por siempre

por las tres Deidades.


Ellas son las Moiras...

las tres figuras que tejen

la luz de la vida

en los diminutos seres.


Imagina lo que sentirán

cuando ejercen como dueñas

sobre el sufrimiento,

los placeres,

la necesidad del agua

o la repleta despensa,

sobre los castigos

o favores.


Entonces, ¿te revolverías 

por el porvenir de la flor?

¿Y si fueras tú, en realidad,

el que estuviera ahí flotando?

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