ESE NIÑO INTERIOR

Y mi niño interior

sonríe con firmeza

mientras ve pasar los años.

Ya casi van a los treinta y nueve,

y disfruta,

como si fuera la primera vez, 

con el onanismo,

la dulce cerveza

y los trágicos cigarros.

Con la lluvia siempre se conmueve.

La música 

sigue estando siempre bien presente.


Los libros siguen siendo un bálsamo.

El sexo un elixir

capaz de crear relaciones

tan íntimas,

y confidenciales,

que todavía me sigo asombrando

por los que osan decir

eso que una alcoba esconde

en venganza

por sus decepciones.


Reprimidos.

Puritanos.

Es una agraciada

forma de catalogarles.

Pero el niño,

ese que nota el pasar del tiempo

estando presente,

y sigue sonriente,

de sí mismo 

toma el foco

de sus furibundas

críticas tan personales.

Es por eso

que prefiere centrarse en sí mismo,

mirar adelante,

hacia el horizonte.


Su batalla está centrada

en no ceder

a la forma

que debería ser,

a su propia luz

en la noche,

a contemplar la mañana

en la tarde

y la luna

en un jardín verde

que crece por su luz

al regarle.

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