SOÑAR CAMINANDO

 

Caminar sin soñar…

cuán difícil debe serlo…

ese no imaginar

qué aguardará

al pasar un cruce,

tras una montaña,

eso que se oculta

tras el horizonte.


Dime quién no sueña

cuando camina despierto…

aunque tan solo sea

con las tareas

que debe acometer…

pero no radica

en eso la pregunta…

es más importante.


Por lo menos

en todos aquellos

que conservan ilusiones

y, en su mayor o menor medida,

siguen creando historias

como cuando niños eran.


Porque qué lúgubre

debe ser la vida

ante los sueños ausentes,

aunque sea por la primera,

por la causa de los otros

o aquello que se padece

en nuestro caminar.


Todos esos

que vieron truncados

cada uno de esos instantes,

incluso, antes de adquirir la forma

por míseras guerras

o alguna otra fechoría más.


No es cuestión de suerte

cuando se recupera,

ya que resulta que vuelve,

por los motivos que fuera,

esa ilusión a abrigarnos

regresando en su florecer

sin notar su ausencia.


Es algo que cada uno

lleva escondido

desde que los ojos abrimos

por vez primera

y observamos las maravillas

que nos rodeaban.


Fue una sorpresa

el momento de contemplarlas.

Las aventuras

que entonces se fueron labrando

se nos quedaron

grabadas muy profundo.


¿Por qué, entonces,

nos empecinamos

en construir

algo que parece

tan salvaje

y sin caber,

desplazándole,

ese sentir

de tiempos niños

en las tardes?

as.com



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