Únicamente quedarían 8 ejemplares de vaquita marina

La pesca del pez Totoaba por sus supuestas propiedades medicinales está empujando a la desaparición de este mamífero al quedarse atrapado en las redes de enmalle

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Se trata de un animal tímido. Mide un metro cincuenta de largo y suele alcanzar los 60 kilogramos. Es tan tímida, que la vaquita marina (Phocoena sinus) no fue descubierta, y posteriormente investigada, hasta mediados del siglo XX. Pariente de las marsopas, es el cetáceo más pequeño del mundo. Además, es endémica del Golfo de México, justo en el Mar de Cortés.

Por desgracia, está siendo empujada a su extinción. Y los Seres Humanos somos los responsables. Hasta diciembre de 2021, tras un vertiginoso descenso en su población, se estimaba que quedaban unos 10 ejemplares. Desde mediados de ese mismo mes se cree que hay 8. Aunque son cifras especulativas, entre ellas podría haber una o dos crías.

Está siendo tan drástica su disminución que en 1997 se computaron 567 ejemplares. Desde entonces no han hecho más que desaparecer. 245 en 2012, 97 en 2014, 59 en 2016. Son datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Y añaden más. Al año siguiente habría 30, 14 en el 2018 y, finalmente, así hasta llegar a los 8 que se estiman actualmente.

Son unos números que dan que pensar. Sobre todo si se tiene en cuenta que en el Golfo de México hay un territorio llamado Zona de Tolerancia Cero (ZTC) en el cual está prohibido pescar. Pero parece que en los 12x24 kilómetros de los que dispone se sigue pescando. Se hace con redes de enmalle, las cuales llegan a tener hasta 6 metros de profundidad y arrastran con todo lo que se les cruce.

El totoaba, la “cocaína acuática”

Las Instituciones mexicanas, a pesar de disponer de una legislación que protege a las vaquitas, mirarían hacia otro lado. Lamentable, ya que, además, estos cetáceos no son una presa de los pescadores. Estos van buscando al pez totoaba (totoaba macdonaldi). Con un tamaño que puede alcanzar los 2 metros y los 100 kilos, lo más triste es que este fue declarado en la Lista Roja de la UICN en 2006.

¿Qué tiene de especial este animal al que también se la conoce como corvina blanca? Las supuestas propiedades medicinales que le otorga la medicina tradicional china. Es su vejiga natatoria lo que interesa. Esta, tomándose en sopa, sería un afrodisíaco que además regularía la circulación de la sangre y ayudaría a tonificar la piel. Nada de esto está demostrado científicamente.

El totoaba recibe el título de “cocaína acuática” por los precios que alcanza. Los intermediarios pagan a los pescadores entre 500 y 2.000 dólares, recogía Squire en abril del año pasado. Finalmente, cuando llegan al mercado negro, el kilogramo ronda un precio que ronda los 20.000 y 60.000 dólares. Lo irónico es que su pesca está prohibida desde 1975.

Pero lo más llamativo es que, en el fondo, el totoaba no es más que un mero sustituto. Una segunda opción a la bahaba china, la cual habría desaparecido tras su sobrepesca debido a sus también hipotéticas propiedades medicinales. Resulta que, además, el totoaba fue descubierto por ciudadanos chinos que en los años 20 del siglo pasado trabajaban construyendo vías de tren. Su pesca habría comenzado en aquel momento.

Por lo tanto, la vaquita marina no sería más que una víctima directa del contrabando y la inacción de las autoridades gubernamentales. Ellas se enredan en las redes y se ahogan porque no pueden salir a respirar. Como mamíferos marinos que son, tienen que salir a la superficie a coger aire cada tres minutos. Y lo hacen durante apenas unos segundos. Habitan cerca de la costa y no se sumergen más de 90 pies, poco más de 27 metros.

Su ciclo de vida

Están en la cúspide de la cadena trófica de la zona junto a las orcas y los tiburones tigre. Tal y como detallaba Excelsior en diciembre del año pasado aportando fuentes de ScienceDirect, su progresiva desaparición no se debería a la falta de alimento. Seguirían comiendo moluscos, pulpos, calamares, peces de arrecife,... Su dieta no habría sufrido ninguna alteración.

Con una población tan baja uno de los peligros a los que se podrían enfrentar son los efectos habidos en la genética debido a la endogamia. Por fortuna, este factor estaría descartado por Barbara Taylor. La investigadora de la estadounidense Administración Nacional Oceánica y Atmosférica declaró en diciembre del año pasado a El DIARIO NY que tenían evidencias de que no estarían “amenazadas por factores genéticos”.

Como hemos comentado anteriormente, se trata de un animal muy tímido que apenas ha comenzado a ser investigado. Se cree que tiene una esperanza de vida de unos 20 años y alcanzarían la madurez sexual hacia los tres. Después de un periodo de gestación que oscilaría los 10 y 11 meses, la madre da a luz una cría que es amamantada hasta los seis u ocho meses. Las hembras podrían tener entre 5 y 7 crías a lo largo de su vida. Esta baja tasa reproductiva también lastra su recuperación.

La misma Taylor expresó en diciembre al THE NEW YORK TIMES que las quedan podrían tener predilección por evitar las redes. Las describía de “supervivientes”. Añadía que había que darles una oportunidad. Pero, incluso, su estancia en cautiverio sería complicada. En 2017 se intentó con varios ejemplares, explicaba este medio. El estrés que les produjo el contacto con los humanos provocó la muerte de una y tuvieron que dejarlas en libertad.

Dificultades a la hora de contabilizarlas

No parece halagüeño el futuro de esta especie. Incluso los datos que se han ofrecido de su población son especulativos. Esto se debe a que no se sacaron fotografías de calidad. Esto impide estimar los especímenes mediante un marcaje, por lo que los científicos tuvieron que calcularlo basándose en lo que habían observado. Se computaron 8 avistamientos en un plazo de 48 horas.

En concreto, el estudio se llevó a cabo durante dos semanas. Entre el 17 de octubre y el 3 de noviembre, la embarcación Narval del mexicano Museo de la Ballena y Ciencias del Mar y el Sharpie de la ONG Sea Shepherd estuvieron en las aguas correspondientes a la ZTC. Dispusieron estratégicamente hidrófonos. Los datos extraídos concluían que esa zona es el hábitat primario principal de la vaquita marina.

Al igual que habría pasado en 2019, cuando se llevó a cabo el último estudio, el Narval se vio obstaculizado por las redes y las embarcaciones habidas en un lugar en el que está prohibido pescar. El número de estas últimas habrían aumentado. Mientras que en la fecha anterior se contabilizaron 87, en está ocasión habría habido 117 pangas (una pequeña canoa típica en América Central, el este de África y el sur de Asia) dentro del territorio que enmarca a la ZTC.

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