LA CARTA DE LOS AÑOS

Me despierto.

Este día amanece.

Y sé que no es igual

a algún otro.


Son distintos,

pues no se parecen.

Disponen de forma

en su mundo


y de nosotros depende

el no caer en la tentación


que a un círculo nos arrastre

directamente a los pozos


en el que estos se repiten

de una manera incesante.


Tomo una manzana.

La saboreo

y después bebo agua.

Otro trago.

Me lavo la cara

en el baño.


Observo las marcas

de mis tiempos,

siempre más profundas.

El espejo

parece una carta

con los años.


Las dudas entre mear

o fumar un cigarrillo

aparecen.

Ganan las primeras.


Vacío la vejiga.

El olor es asqueroso.

Y ya después

la ansiada calada.


Miro la mañana.

Los cielos están nublados.

Nos ofrecen 

nuevas perspectivas.


Y sonrío. Mi cara

disfrutando con el viento

se estremece.

Espera la ducha.


Abro el grifo.

El agua empieza a correr.

Voy debajo.

Me relajo

y disfruto

bien desnudo del instante.


Fuera salgo, 

toca tener que secarse.

El espejo

lleno de vaho

es opaco,

no hay reflejo que refleje. 


Y llega el momento de vestirse.

Antes de eso me río,

pues acabo de recordar

esa erección matutina

que resultó aprovechada.


Alguna caricia sobre el glande

y sus  escalofríos.

Los huevos con una salsa

en cocción mientras se amasa

en placeres onanistas.


Y llega el momento de correrse.

Lo recuerdo y me río

por el olor a la “lefa”.

Un comportamiento vulgar

que hay que guardarlo en la íntima



secularidad de lo privado.

Y me asaltan otra vez las dudas

sobre si debería ser correcto

plasmarlo en un papel

y darle cancha al puritanismo.


Pero dura un pequeño momento.

Es la hora de salir por la puerta

y observar esta parte del mundo.

Ante mi, las calles

ya están abriéndose en su camino.


Comienzo a caminar.

Mis pisadas

parecen mezclarse

con la de todos aquellos

que van por las mismas calles.

Entonces… Bukowski…

se me viene a la cabeza.

Pero no sé por qué.


Quizá por la anarquía

que destilan

esas, sus creaciones.

Esa mirada al abismo

de sus miedos y adicciones.

Entonces… Bukowski…

quizás por la poca estima

que expresa tenerse.


Siempre de un hilo pendiente…

lo plasmaba en sus escritos.


Nunca fueron los mejores,

pero escondían tanto el horror


de lo que era su presente

que no requería traductor.



Me despierto.

Se está haciendo tarde.

Miro la mañana.

Siento calor.



Cinco contra el calvo

desmotivaciones.es



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