EL MUNDO DE LA MAGIA
Deberíamos de regresar,
aunque fuera imaginando,
a los días en que la magia
(con un simple chasquear de los dedos)
era capaz
de cambiar el mundo.
Esa simplicidad
que de lo inocente
solía manar.
Esa facilidad
en el resolverse
las escenas.
Un mundo en el que las hadas
hacían retroceder
a los monstruos
a través de su mera presencia.
Los héroes eran un aura
con el amanecer
de los tiempos
con espadas legendarias.
Y podríamos recuperar
(durante un lapso de tiempo)
eso que se nos escondía
parecido a la llama del fuego
que ilumina
un simple corazón.
Entonces pasaría
algo fascinante.
Un esquema
se nos presentaría
(igual que el resumen
de la escena).
En él están esas pautas
que al mundo le rigen…
los tópicos
metidos en la conciencia…
eso que se nombra “utopía”
cuando se pretende
descubrirlos…
esos que laminan vidas.
Que suene magia
al latir el corazón
entre la alegría.
Y que la utopía
ruja al estereotipo
que nos lamina.
La revelación
ha de ser la consciencia
de lo escondido
en lo profundo
de nuestra sabiduría
al dar camino
a nuestros pasos
sin la simple injerencia
de lo fijado.
Recordar los días
en los que los perjuicios
no nos invadían
y la malicia
solo serían los gritos
de la codicia.
Un espejismo
que camino se abriría
igual que un lago
que luce calmo
en el transcurrir del día
pero en el fondo
nos escondería
sin pudor su maldición
por todos los días
impidiéndonos
recuperar la magia
que guardábamos.
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