El lugar en el que habitaba

19/IX/2019

 
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"¿Por qué negarlo?", se preguntó. El mundo en el que vivía podía ser el más hermoso que podría llegar a imaginar, pero en demasiadas ocasiones el día se convertía en una oscuridad cargada de nubes que no dejaban entrar la luz.

Y todo por el odio. Odio a lo desconocido, a lo distinto, a la envidia.

Las palabras que escribían los escritores estaban muchas veces aliñadas con lágrimas. Lágrimas que acompañaban a papeles cuyo contenido estaba plasmado con tinta de sangre.

La sangre de aquellos que perecían en vida por no poder ver que aquel opaco paisaje era un espejismo. Un espejismo que cegaba la existencia.

La envidia y el rencor eran los elementos centrales de lo que se respiraba. La envidia convertía al Ser Humano en una bestia capaz de aniquilar a su congénere. El rencor creaba situaciones de odio entre comunidades por generaciones y siglos.

Incluso las religiones que profesaban amor eran las más belicosas. No sólo con otras, sino entre los distintos tipos de pensamiento dentro de la misma Creencia.

Muchos no veían que el ser querido que se marchaba siempre estaba vivo en sus corazones convirtiéndose en leyendas.

Y los mismos escritores, los que plasmaban aquellas palabras que simplemente no tenían intención algun, eran perseguidos por eso mismo.

Durante mucho tiempo, la escritura estuvo prohibida para la mayoría. Sólo unos pocos privilegiados tenían el lujo de usarla.

Pero ahora, cuando estaba al alcance de todos, muchos renegaban de ella como si se tratara de una herramienta del Maligno.

Y los que la utilizaban eran perseguidos igual que los siervos de Aquel.

"Entonces", se preguntaba, "¿qué es el Bien y qué es el Mal?"



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