AGUAS CONSTANTES
13/III/2021
En el transcurso de todo este gran viaje
vi a los pájaros alzar el vuelo
sin siquiera extender sus dos alas…
y se movían en círculos
al marchar en línea recta.
El Sol resplandecía
mientras una niebla
me permitía ver a través
de su espesura.
Estaba sentado sobre
una roca que había
debajo de un árbol
que extendía sus
alargadas ramas que estaban floridas
en la época
que debería presentarse
desnudo.
La luz de la noche
iluminaba más
que la diurna, todos
los animales soñaban
despiertos.
El viento me susurraba
alguna canción
de origen desconocido.
Por allí sentado estaba
con el corazón
cuando este estaba latiendo.
Mis instintos puede
que se avivaran
en aquel momento
donde se desperezaban
los sueños.
Y comencé a flotar sobre
los instantes del día
previos al ocaso
sin estatus
que le hacía retomar su naturaleza
volviendo a la
cálida matriz latente
del mundo.
Logré saludar a los miles de seres
que parecíamos tener vedados
en entablar una conversación.
Aquello desapareció
por ignorar a la Luna
que con su sonrisa
lograba enlazar
lenguas de los habitantes
de este planeta.
Tal vez fuera imaginación. Derretirse
parecían entre la mente y el tiempo
en un semejante al más perfecto
mundo. Así imaginábamos
que debería ser la esencia.
Toda nuestra utopía
vuelta en la realidad
adquiría fuerza en los cauces
de extensas aguas.
Desde ellas manaban voces,
las cuales comprendían
las venidas de otros
mundos. En su
profundidad parecía ser que manaba
alguna hora
sin ansiar apoderarse
del mundo.
No existía reproche
por la diferencia
presente en los modos
elegidos en la vida
del tiempo.
La comprensión se basaba
por combinación
resultante en lo distinto.
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