LA TIERRA ES PLANA
20/XII/2020
“El Sol está ahí, dando vueltas
alrededor de nosotros
mientras se repite el ciclo
que da lugar al día y noche”,
se decía a sí mismo mientras
leía un texto que trataba la
traslación de la Tierra
alrededor del primero.
Lo hacía sentado desde una playa.
En ella, observando el horizonte,
podía comprobar su curvatura,
la que delataba la redondez
del planeta. Pero, a pesar de ello,
pensaba que no era tan de extrañar
que la imaginaran así, llana,
a pesar de todas esas voces
que, en un momento determinado,
insinuaron su auténtica forma.
La superstición, tan rica
en el contenido y forma, esa que
había servido para dar explicación
a aquello que se escapaba
al entendimiento, fue el escaparate
diseñado con el cual amaestrar
y aplacar aquellas fieras
que osaban discrepar de todo aquel
sistema tan radical, fuertemente arraigado
en beneficio de castas
que gozaban, disfrutaban, de la plebe
demostrando su superioridad.
Se imaginó aquella Biblia,
la que guardaba en un cajón
de un mueble de su habitación.
“Todo aquello que ella expone
puede tener relevancia
histórica, pero la sal,
esa con la que se endulza…
¿Dónde estará vuestro Señor?”.
Le asaltaban entonces las dudas,
alguna cuestión que preguntarse.
Podría ser que todas las metáforas
con las que parecía estar plagada
fueran una forma de exposición
con la intención de poder escapar
de las finas garras de las llamas,
pero fueron mutadas por voces
que, en realidad, estaban buscando
seguir el ciclo de la arrogancia.
El poder de las palabras,
todas esas que han sido capaces,
tanto de forma oral como por escrito,
de cambiar el mundo, alterar
todo aquello que se creía que se conocía,
fueron modelo con que diseñar
esas almas que, encerradas
como estaban, han de retroceder
mostrándose como los seres sumisos
a los que solo quedaba
soñar las historias que les regalaban
calmando toda curiosidad.
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