DANZÁNDOLE AL ALBA
En las noches,
cuando estas ocupan
su propio infinito,
se percibe
eso que conversan
sin ningún recato.
Se respira,
entonces,
el mismo sonido
de la lluvia.
Sobre todo
cuando viene
acompañada
de viento,
centellas,
y rayos;
en resumen,
cuando hay
tormenta.
Esto choca,
en parte,
con lo imaginado
en esos días
de los mitos;
en esos que
se les rodeaba
del temor
a los días
y su ardor
constante
por ir
más allá.
Es algo que
convive,
perdura
entre nosotros
siendo parte
de la identidad
que poseemos
casi, casi,
sin darnos
cuenta.
Cuando emerge
parece
la historia
de tantos otros,
unos seres
cuya afinidad
es misterio
por el sentir
reflejo
su alma.
Por las noches
se forjaría el alma
del sentir humano:
sus vaivenes
danzándole al alba
sin ningún recato.
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