El día en el que un barco de papel zarpó


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09/I/2020

Era un barco pequeño. De esos construidos con papel y que son de un aspecto tan frágil. Y, como barco que era, zarpó. Lo hizo en una noche de invierno que era fría y clara. La Luna iluminaba todo acompañada de las estrellas. Parecía que no hubiera oscuridad. Zarpó desde la orilla de un pequeño riachuelo. Este era estrecho en sus márgenes y suave en la fuerza de sus aguas.

Según iba avanzando también lo hacía el caudal. Lo mismo pasaba con su fuerza. Esta se volvía más tormentosa cuando se juntaba con otros afluentes. Luego se calmaba y volvía a incrementarse. El barco, aquel que parecía tan débil y frágil, siguió avanzando entre las serpenteantes aguas, tan tumultuosas en ocasiones y tranquilas en otras.

Y así, de esa manera, vio la forma en la que el riachuelo se unía a otros y daban a parar al mar. Nunca había visto nada igual. Aquello era inmenso, enorme, parecía no tener fin. Siguió navegando. Vio seres extraordinarios que nunca imaginó que existieran. Vio costas áridas, frondosas, congeladas, con montañas extrañas que parecían subir hasta el cielo. También conoció, de lejos, a criaturas parecidas a él, pero de unas dimensiones gigantescas.

Siguió navegando. Hubo un día en que las aguas le arrastraron a una playa. El oleaje al romper era tremendo; la fuerza de las olas parecían explosiones. Pero de repente todo se tranquilizó y la corriente le arrastró dulcemente a la playa. Allí quedó varado durante una noche y una mañana. Por la tarde unas manos inocentes le alzaron para después mirarle unos ojos curiosos. Unos finos dedos le quitaron la arena que lo cubría. Tras doblarle con cuidado le metieron en un saco de tela que había en el pecho de aquel ser.

Desde allí notaba unas oscilaciones que no había sentido nunca. También el retumbar de algo que lo hacía de forma acompasada. De repente, sintió otra vez el contacto de aquellas manos. Le estaban sacando del saco. Estas le volvieron a dar su forma original y le pusieron sobre el agua. Se trataba de otro riachuelo. Y él, el barquito, siguió navegando.

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