Memento; segunda parte

 21/IV/2020

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Se bajó del coche. Era un “Porche” negro lleno de barro con la ventanilla del conductor rota. No sabía por qué estaba así, no se acordaba. Bajó de él y cerró la puerta con el mando de las llaves. Se oyó el pitido característico de esa acción. Miró en el bolsillo derecho de su chaqueta azul cielo y miró las fotografías que había en él. Una de ellas llevaba grabada la imagen del aparcamiento del bar en el cual había aparcado. La observó atentamente. Sí, ese era el local. Le dio la vuelta y leyó la inscripción realizada, en letras mayúsculas, con su propia caligrafía. “Pasarse a las 18:30 y pedir una cerveza tostada a la camarera, Natalie”.

Se acercó con paso lento hacia la puerta. Mientras caminaba iba levantando polvo a cada paso que daba. Llegó al pórtico y subió los tres escalones de madera que estaban justo antes del metro y medio que presagiaban la puerta que daba acceso al establecimiento. Era doble y se abría hacia fuera, tal y como dictaban las normas de seguridad. Al fondo, a cinco metros de distancia, estaba la barra; era extremadamente larga. Tenía tres cañeros triples, uno en el medio y los otros dos en las esquinas de ella. Y allí,  en la esquina derecha, estaba la persona que debía ser Natalie, la camarera. Se sentó en uno de los taburetes, uno de los que estaban justo al lado del cañero del centro. Cuando le vio, Natalie se dirigió hacia él.

- ¡Vaya!- Dijo- Ya tenemos aquí al chico de la memoria.

- ¿Ya he estado aquí antes?- Le preguntó- No me acuerdo. Bueno, en realidad no retengo los recuerdos recientes. Bueno, recuerdo todo… todo hasta justo antes de tener el accidente. ¿Te lo había contado ya?

-Sí, cada uno de los días de las dos semanas que llevas viniendo aquí. Vamos a ver, tengo una curiosidad. ¿Qué es lo último que recuerdas?

La miró pensativo. No sabía si contárselo, pero tal vez le serviría de consuelo. ¿Cuántas veces habría contado aquello? Un nudo se le hizo en el estomago. Puede que lo hubiera contado todos los días desde aquel instante, que hubiera estado contando una y mil veces aquello para así sentirse mejor día tras día. Un alivio temporal hasta que su mente volviera a estar en blanco y sintiera otra vez el vacío.

Comenzó a hablar. “Recuerdo… recuerdo estar viendo la televisión mientras estaba tomando una cerveza. Había estado tomando unas cuantas antes de llegar a casa. Estaba bastante borracho. Estaban hablando del coronavirus. En un momento dado me di la vuelta y me tropecé con la pata de la mesa del salón de estar. Me di un golpe en la cabeza y creo que ahí perdí el conocimiento. Eso es lo último que recuerdo.”

Natalie le miraba fijamente a los ojos mientras apoyaba sus dos manos en la barra. Cogió un reposa vasos con su mano izquierda y empezó a moverlo de derecha a izquierda igual que una rueda. Cuando paró de hacer aquello lo dejó sobre la barra y se dio la vuelta. Se dirigió hacia la caja registradora y agarró el mando a distancia de la televisión. Estaba apagada. La encendió. 

- Bien muchacho, aquí lo tienes. Seguimos en cuarentena. Ya llevamos dos meses, pero desde hace dos semanas los bares están abiertos durante tres horas al día. Y ahora, si me haces el favor, apúntatelo, aunque sea en la punta del rabo para que no me andes tocando las narices cuando vengas mañana o te acabes la primera de las tantas que te vas a tomar.

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