EL LABERINTO
Me adentre en un jardín
sin saber qué deparaba.
Al principio no me fijé
en su esplendor.
Incluso llegue a reír
cuando, sin más, recordaba
algún cómico pasaje
de otros ratos.
Caminé a través de él
sin prestar atención
a las vivas formas
que guardaba.
Fue luego, ya después,
que tuve un momento
en que su presencia
se tornó real.
Pero hasta ese instante
todo aquel camino
lo hice sin observar
lo que tenía.
Y el laberinto
que su interior guardaba
llamaba a gritos.
Su puerta era de un gris
con la grata tonalidad
de un intenso color verde
con gran vigor.
Y lo que se veía allí
era su gran bienvenida
a tratar de recorrerle
sus secretos.
Luego me adentre en él
llegando a su centro
después de tortuosas
aventuras.
Ya allí me encaramé
sobre un obelisco
intentando encontrar
su salida.
Cuando atrás lo dejé
suspiré aliviado.
Observe sus formas
de geometría.
Todo su esplendor
hizo acto de presencia
al ser bordeado.
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