NO HAY RINCONES
No hay rincones
capaces de albergar
la sangre que se ha vertido.
Ni largos, anchos o estrechos.
Parece abonada
por la sangre.
Un sangrado
al nacer, al ser la presa
que es sustento
del depredador que finalmente
verá el momento de su fallecer
y ser pasto
de todas esas criaturas
que aguardaron.
Heridas casuales,
graves o profundas,
cuyo líquido regando
va rincones
y tiñéndolos de un rojo
que se va abriendo camino
a las raíces
desperdigadas de un árbol
cuando se encarama
hacia el sol fulgente.
Incluso las aguas;
ya sean de lluvia, de un lago,
el mar, río… frías o calientes,
abisales o estén congeladas.
Todas ellas parece que guardan
alguna pequeña parte.
También al que llaman Muerto
por ser tanta su sal.
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