MUÑECO DE EXHIBICIÓN
Trata del maniquí ajado,
del más fino cuerpo e ilustre
rincón en el que ha de pasar
ver la gente por un vidrio
al transitar en la calle.
Estancia llena de polvo
en la que dejar los trastes.
La fina luz ilumina
permitiendo ver el fondo
que deja ser el escaparate.
Y en él rígido es expuesto
otro. Exquisito en su porte
con el glamour que se agranda
bajo la frialdad del telón
que con la máscara ejerce.
Así llega el día funesto.
Es bajado del soporte.
Le cortan los brazos y piernas.
Entonces, al desmembrarlo,
sucumbirá en un container.
Deberá contemplar todo
desde su esquinita inerte
en la que la frialdad mana
desde el invierno vestido
de verano petulante.
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