25 AÑOS DEL "REVOLUCIÓN 12.111" DE HAMLET

 Este trabajo, que supuso un antes y después en la carrera de la banda, alteró completamente el panorama musical estatal


Corría el año 1996 y los madrileños Hamlet tuvieron la osadía, o buen acierto en lo que respecta al fruto del su trabajo e inspiración, de nacer el que sería su segundo álbum si se excluye de su trayectoria el “Peligroso” (DRO) de 1992. Ese disco, que se podría calificar de netamente “heavy metal”, fue un punto de inflexión en su evolución musical. Su naturaleza fue orientada hacia el “thrash” más rudo, con aroma “hardcoreta”, además de presentar tomas de contacto con el “nu metal”, que se vio expresado en su siguiente álbum, “Sanatorio de Muñecos” (1994, Zero Records). Todo ello, ese constante caminar hacia estilos aún más extremos, llevó a la publicación dos años después de un disco que este junio acaba de celebrar su vigésimo quinto (25) aniversario.

El “Revolución 12.111” (Zero Records) supuso un drástico cambio en la escena “metalera” estatal debido, sobre todo, a la realización del videoclip que abría el disco, “J.F”. Realizado por Gerard Guix bajo la producción de Manel Gaspar, el documento visual no solo presenta el sonido duro, pesado y grueso que le transmitió Tom Robbins, quien también se encargara de la producción del “Sanatorio”. Asimismo, presenta una claridad en la iluminación que acompaña perfectamente el mensaje lúcido, lleno de rabia y de hastío que refleja el contenido de la canción. Incluso ellos mismos, los cinco integrantes de la banda, dan un cambio radical en su imagen confiriéndole un aspecto callejero, completamente alejado del misticismo de cuero y melenas que se le debería presuponer al “metal”. Su indumentaria de chandal, acorde con la apariencia que emanaba el “nu metal”, se ve acompañada de una energía visceral que pretendía romper con lo antes establecido y que se estaba fraguando en lo musical al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos.



Estamos hablando de un disco que fue compuesto por aquellos que formarían la alineación clásica del grupo; es decir: J. Molly a la voz, las guitarras estaban defendidas por Luis Tárraga en la solista y Pedro Sánchez a la rítmica, además de contar en la base con Augusto Hernández al bajo y Paco Sánchez a la batería. Aunque la mayoría de los temas fueron orquestados por Molly y Tárraga, entre todos ellos firmaron un trabajo que transpira influencias en las que se pueden encontrar el “Burns My Eyes” (1994) de Machine Head, además del “Vulgar Display of Power” (1992) y “Far Beyond Driven” (1994) de Pantera. También se dejan entrever el “King For A Day...Fool For A Lifetime” (1995) de Faith no More y “Chaos AD” (1993) de Sepultura. De esa manera comenzó su andadura por la mieles del éxito que se vio reflejada en sus tres discos siguientes. “Imsomnio” (1998) y “El Inferno” (2000), ambos editados por Zero Records bajo la batuta de producción en Collins Richardson, ahondan en la experimentación y se sumergen en un mundo donde Tool y Deftones están muy presentes sin olvidar la naturaleza del “Revolución”. Su punto álgido se dio en su quinto trabajo, “Hamlet” (2002), el cual contó también con Richardson, además de un cambio de discográfica, Locomotive Records. El cenit de todo este circulo se vislumbró con el “Directo” de 2003. Su producción corrió a cargo del propio Luis Tárraga, guitarrista del grupo, y de Alberto Seara.

Antes de introducirnos en lo que sería el “Revolución” hay que adentrarse un poco en el trayecto de la banda. Después de este llegarían los tres discos y el directo mencionados anteriormente. Con los dos primeros, “Insomnio” y “El Inferno”, se centraron en una experimentación que se basaba en la melodía. Se alejaban de su obra de 1996 profundizando en la voz limpia de Molly sin olvidar los pasajes absolutamente pesados, atmosféricos y lúgubres. La velocidad del “hardcore” o los ritmos “funkys” siguen presentes y el “nu metal” se siente con más presencia. Los dos muestran una continuidad palpable a pesar de que sean discos diferentes. Llegamos, por lo tanto, a su disco homónimo y que también es conocido por el "Álbum Negro”. Aquí consiguen llegar al equilibrio perfecto entre esos dos trabajos y el “Revolución”. Su resultado es un producto oscuro, lleno de rabia y melodía que suena natural, compenetrado y contundente. Esto se debe a la labor de Colin Richardson, quien disco tras disco fue puliendo lo que pretendería la banda y consiguió un verdadera obra maestra en lo que a su empeño se refiere. De hecho, el británico, antes de 1996, ya había trabajado en el “Burns My Eyes” (1994) de Machine Head o el “Demanufacture” de 1995 publicado por Fear Factory.

Después de la publicación del “Directo” vendría el primer gran cambio de Hamlet. Por un lado sufrieron la marcha del bajista Augusto. Fue sustituido por Álvaro Tenorio, quien le daría un nuevo escaparate a la presencia de ese instrumento. Su forma de tocar se amoldaría de forma perfecta a sus dos discos siguientes, “Syberia” (2005) y “Pura Vida” (2007). Centrado en el virtuosismo, al mismo tiempo que otorgaba un cuerpo excelso y una líneas melódicas exquisitas, sirvió como una seña de identidad a los dos trabajos más experimentales del quinteto. Marcando su atención en la melodía y la metáfora, el grupo se adentró en unos terrenos atmosféricos que podían llegar a la claustrofobia. Se trataron de dos obras que conllevaron a la sorpresa ante el repentino cambio que se produjo en “La Puta y el Diablo” (2009) y que fue el primero con la discográfica Roadrunner Records. El primero de los tres fue producido por Alberto Seara, quien volvería a ejercer en 2009 esa misma función después de que al “Pura Vida” le diera cuerpo la propia banda y Sergio Marcos. “La Puta y el Diablo” mostraba un lenguaje más visceral, con unas bases musicales que podrán definirse de un “metal” rozando lo progresivo, y que no olvidaba la experimentación, adentrándose, en algunos pasajes, en el mundo del blues y el jazz.


Una de los posibles motivos de la transgresión en la dirección musical sería la marcha del guitarrista rítmico Pedro Sánchez. Su posición recayó en manos de Alberto Marín, quien era conocido por integrar las filas de Skunf D.F. entre 2003 y 2008. Su integración en el grupo trajo un halo de virtuosismo que recordó al que otorgó Tenorio al entrar. La continuación del disco se produjo con “Amnesia” (2011). Además de otro cambio de discográfica, fue publicado por Kaiowas Records, el productor Carlos Santos le profirió de un ambiente sucio y oscuro más cercano al sonido de bandas europeas como “The Haunted” o “In Flames”. De hecho, fue masterizado en Goteborg por Fredrik Nordström en los Estudios Fredman después de ser grabado en los Sadman de Madrid. 2015 sería la fecha en que viera la luz “La Ira”, un disco más crudo y directo que su antecesor y que estuvo producido por la banda y Carlos Santos, quien volviera a ejercer esa misma labor después de llevarla a cabo en “La Puta y el Diablo” Sus temas directos y agresivos combinan la búsqueda del groove con lo técnico, centrándose sobre todo en el primero, con la agresiva y limpia voz de Molly, quien realiza un excelente trabajo. Su siguiente larga duración, “Berlín” (2018), cuenta con Ken HC a la guitarra rítmica después de la partida de Marín. El disco, que continua la línea de “La Ira”, contiene pasajes en los que surge la presencia de sintetizadores y cuenta con la colaboración Laura Rubio en el corte “Héroe”. La producción corrió a cargo de la banda y, nuevamente, los Estudios Sadman de Madrid fueron los elegidos para su grabación.



Pero en medio de toda esta vorágine de discos publicados y sus correspondientes giras tuvieron también la oportunidad de sacar su segundo disco en directo. Se trató de un DVD que contiene un total de 23 canciones. En él se muestran dos conciertos diferentes. Por un lado está el celebrado en la sala madrileña Joy Eslava el 2 de marzo de 2012. 18 son los temas que se muestran del mismo mientras que 5 son los que se ofrecen del también madrileño Rock Kitchen. Este ocurrió el 12 de abril del año siguiente. Fueron grabados durante la celebración de la gira del “Amnesia” y en él, mediante una iluminación bastante mejor que la mostrada por el “Directo” de 2003, se puede comparar la evolución en su sonido. Este se presenta mejorado y en concordancia a los tiempos que corrían, reciclando las viejas canciones al nuevo formato sónico. Asimismo, se puede apreciar el paso del tiempo, unos 10 años, en la banda. Tanto en su forma de interactuar con el público, el cual sigue siendo muy fiel y entregado al grupo, como en el aspecto personal. La forma en que los años han marcado sus cuerpos, su estética más oscura que en épocas del “Revolución” o los días habidos hasta la publicación del “Álbum Negro”, además de observar la piel cubierta por los tatuajes marcados en su memoria. Un regalo para todos aquellos que quieran observar cómo se las gastaban frente al espectador en esos días y que gustosamente enseña la dirección evolutiva tomada.

Pero centrémonos de una vez en el asunto que nos compete. Como ya hemos comentado al principio, el “Revolución” es una directa evolución de su predecesor, “Sanatorio de Muñecos”. El sonido crudo y directo del “trash” influenciado por el “hardcore” dio paso a un sonido americano que se caracterizó por la contundencia de los desgarros de sus guitarras y el cuerpo de su bajo. La voz de Molly suena gruesa, cuidada y proclive a los guturales más agudos. Por su parte, la batería presenta mucho cuerpo en el disco y tiene el fino timbre de sus bombos como distinción, además de un sonido de caja en el que brilla un “reverd” metálico que iría mutando su naturaleza hasta llegar al contundente y natural sonido del “Álbum Negro”. Es decir, los cinco discos desde el “Sanatorio”  al “Negro” son una constante evolución hasta llegar a la “perfección” en la composición y la producción mostrada. Aun así, a pesar de los 15 temas que presenta el trabajo, en ningún momento se hace aburrido a pesar de faltarle 8 segundos hasta llegar a la hora de duración. Los constantes cambios de ritmo en las composiciones, los alocados y frenéticos solos de Tárraga, las contundentes rítmicas de Pedro, el más que interesante bajo de Augusto y la certera, y en ocasiones extasiada, batería de Paco logran hacer las delicias de todo aquel que se aventure a digerirlo y genera, además, la instintiva necesidad de volver a escucharlo más atentamente. 


Comienza, por lo tanto, con el tema que les dio a conocer mediante su respectivo videoclip. “JF” es una forma contundente de abrir las persianas del álbum mediante un riff sobrecogedor que da pie a la visceralidad de su cuerpo que acompaña ese grito rabioso del contenido de la letra. Denunciando la actitud hipócrita y de doble moral de ciertos sectores de la sociedad continúan haciendo lo mismo con “Razismo es desigualdad”, un tema cercano a Pantera y que muestra unos pasajes pesados capaces de alterar los nervios en una primera escucha. La rabiosa “Poseer bajo Sumisión” describe la actitud invasora por intereses de las personas sobre otras para dar paso a “Egoismo”, uno de los estandartes del álbum. La velocidad y melodía en el tema sirve a la hora de  mostrar su contraria posición hacia el maltrato animal en espectáculos y negocios. Da píe a “No me Jodas”. Este tema de rap metal mezclado con crudos riffs esquizofrénicos es el preámbulo a “El Color de los Pañuelos”, un tema inspirado en las guerras de bandas de Estados Unidos y, a la postre, de los más conocidos del trabajo. Lo que trasmite es melodía, rabia y angustia antes de seguir con la fulgurante “Creerse Dios” y la introducción que puede recordar a Korn en esa otra oda antifascista que es “La Tierra de Paco”.

De esta forma se llega al ecuador con “Legalizar”, un manifiesto por la legalización de las drogas que se viste con una atmósfera de punk melódico que parece la directa evolución de “Irracional” del “Sanatorio”. “El Pequeño Dictador” vuelve otra vez a mezclar ese mismo punk con “hardcore” a la hora de denunciar el machismo imperante en los hogares o los bares, de la sociedad en general. El brutal inicio de “Cronica Antisocial” ya previene del furibundo grito de protesta por la situación mundial en aquellos días y sigue en esa misma concordancia “La Pesadilla”, una reflexión sobre las cartas anónimas que pueden llegar a recibir y que les acusan falsamente de poseer una tendencia política que no es tal. El “thrash” más puro y directo se puede encontrar en “Habitación 106” a la hora de narrar la historia de un Policía corrupto que se aprovecha de su placa a la hora de obtener beneficios. La cruda descripción de las consecuencias de la brutalidad de la sociedad contemporánea la encontramos en “El Hombre del 2.000” mediante reminiscencias al “Burn My Eyes” de Machine Head” (1994) y el “Divine Intervention” (1994) de Slayer. El cierre se da con la saturada y megafoneada “No invasión”, donde se grita en contra del imperialismo y la invasión de países bajo el disfraz de la liberación que solo conlleva la muerte de las formas de vida de las gentes y de ellos mismos.

En resumen. Se trata de un disco que, como ya se ha indicado al inicio, marca un antes y un después dentro del panorama musical estatal en cuanto al metal se refiere. Su publicación forjó los cimientos de una carrera con 12 discos de estudio y dos directos y que ha originado multitud de seguidores y, también, detractores. La clave radicó en saber compaginar las bases del metal extremo clásico con el que estaba empezando a forjarse en aquellos días. Esto dio como resultado unas canciones redondas, llenas de rabia y profundamente directas salidas desde lo más profundo del estómago. La producción del disco, a pesar de no ser perfecta, encaja muy bien con la dirección que le quería dar la banda y serviría como punto de partida hacia el “perfeccionamiento” que supuso el aclamado “Álbum Negro” y la plasmación de todos esos años desde el “Sanatorio” en el “Directo” de 2003. De ahí en adelante siguieron por unos derroteros completamente diferentes. Primero con la publicación del “Syberia” y “Pura Vida” y después mediante los otros tres que le siguieron a “La puta y el Diablo”.



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