La fina línea de la Eternidad
Mientras estaba sentado en la terraza del bar observaba de reojo a aquella mujer. Estaba corrigiendo los coletazos de lo que iba a ser su primera, y única, novela. Pero lo que ella no sabía era que no alcanzaría a ver el tremendo éxito que cosecharía. Dentro de un mes, se desmayaría en la cocina de su casa. Al hacerle los pertinentes análisis descubrirían que tenía cáncer en el cerebro. Por desgracia, estaba muy avanzado y no podrían hacer nada por su vida. Fallecería cuatro meses después. Su pareja se encargaría de su legado. Y su hijo, quien en esos días sólo tenía año y medio, sería un escritor de renombre. Pero sus dos primeras obras las publicaría bajo seudónimo por temor a que la fama de su madre lastrara su carrera.
Decidió dejarla hacer. Abandonó la mesa y fue directo al baño. Esos momentos eran los únicos que detestaba de adquirir forma humana. El tener que agarrar el miembro con tal de miccionar le producía asco. Por lo menos podía escoger sus dimensiones, y estas no acostumbraban a ser grandes. Bastante incomodo solía ser como para tener todo un portaviones entre las piernas. Así que, después de mear, y hacer tripas corazón por el desagradable olor que aquella acción emanaba, se lavó las manos con intensidad. No quería que quedase ningún resto de lo que acababa de hacer. Aunque el hecho de que lo notara Aquel con el que había quedado le causaba satisfacción. O por lo menos el simple acto de imaginarse la situación.
Así que, con toda la tranquilidad del mundo, abandonó el bar y fue directo al portal que había enfrente. Su puerta estaba abierta y el vedel no aparecía por ningún lado. "Vaya, por una vez está haciendo algo de provecho", pensó. Y sí, al ir a coger el ascensor que le llevaría a la cuarta planta, este apareció con un par de enormes cubos de basura. Se saludaron y cada uno siguió su camino. Entró en el tramánculo, pulsó el botón y aquel cacharro comenzó a ascender. Cuando llegó, y los portones fueron abiertos de par en par, pudo notar el enorme recibidor que daba acceso al lugar en el que tenía la cita. Este ocupaba casi toda la planta, pero su anfitrión sólo usaba un diminuto cuarto. Y este le servía de despacho. El resto estaba destinado hacia su secretaria, quien vivía allí debido a la inconmensurable sapiencia de su patrón.
- Hola, buenas tardes. Tengo una cita programada.
- ¿Es usted el Señor...? ¿Samael? ¿Se pronuncia así?
- Sí, tranquila. Soy yo.
- Bien, entre. Adonai le está esperando. Dijo que llegaría puntual. Y parece que acertó.
- No, no lo ha acertado.
- ¿Qué quiere decir?
- Es una broma entre Él y Yo. Nos conocemos desde hace tiempo.
- Vaya, pues adelante. Tendrán muchas cosas de las que hablar... y recordar, supongo.
- Supones bien... ¿Madi?
Esto se lo preguntó mirando su ordenador. Allí tenía escrito su nombre.
- Sí; es el diminutivo de Magdalena.
- Vaya, ¿tus padres eran creyentes?
- Sí y no, pero es una tradición familiar. En mi familia lo usamos mucho.
- Entiendo...
En ese momento la puerta del despacho fue abierta. Un hombre robusto de metro ochenta hizo acto de presencia. "¿Ya estás aquí? Anda, pasa".
- ¿Tanta prisa tienes? Ni que el mundo fuera a acabarse.
- Sabes que no es así. En todo caso... El ciclo sería reiniciado...
- Tú y tus metáforas...
- Anda, entra. Madi, no me pases ninguna llamada. Ya haré más tarde lo que tenga que hacer. Y, por favor, tómate la tarde libre... necesitas un tiempo para tus asuntos...
- Pero Señor, todavía me quedan cosas por hacer.
- Hazme caso, anda. Descansa...
Aquellas dos figuras masculinas entraron en el despacho. Este era diminuto, pero bien iluminado por la gran ventana que escoltaba la mesa. A Samael todo aquel orden le pareció inhumano. "Sí, lo sé, por eso te revelaste. Porque mi control sobre ellos basándome en el libre albedrío es antinatural".
- Sí, más o menos. Por cierto, gran detalle el tuyo con Madi. Hoy conocerá al que será el padre de sus futuros hijos. Veo que sigues teniendo todo atado.
- No lo creas; hay cosas que se me escapan.
- ¿Cómo? ¿El Todo Poderoso y Omnipresente Creador deja hilos sin atar?
Aquel tono cínico le hizo sonreír.
- Sí, sabes que no soy perfecto. Y que sólo creé el Sistema Solar. Y necesité de vuestra ayuda para ponerlo en orden. Sólo soy Una Criatura Más de algo Más Grande. Al igual que Tú eres parte de Mí.
- Lo sé, pero dime una cosa. ¿Cuándo vamos a conocer a ese Ser?
- A saber... es todavía más misterioso que yo...
- Vale, de acuerdo. Parece que seguimos en ese callejón sin salida. Veo que nada a cambiado desde nuestra última reunión. ¿Cuándo fue? ¿Al comenzar la Revolución Industrial?
- Sí, fue entonces.
- Qué época más sucia...
- Lo fue, lo fue...
- Mira, tenemos toda la Eternidad por delante. Pero ni Tú ni Yo podemos perder el tiempo. ¿Me vas a ofrecer algo para beber o me vas a explicar el porqué de que haya tenido que venir a verte sin ninguna alegría que llevarme al cuerpo?
- Anda, sírvete. En el armario hay licores. En la neverita, cervezas.
Decidió tomarse una de estas últimas. Eran de lata, y lo agradeció. Le gustaban las cosas sencillas. La abrió y dio un pequeño trago. "¿Vas a decirme por qué me has llamado?".
Adonai le miró atentamente mientras le indicaba que se sentara en la mesa a la par que él lo hacía. "Voy a tomarme un descanso y necesito que durante ese tiempo tomes las riendas de la Creación".
- ¿Cómo?
- Lo que has oído. En lo que concierne a Tu Ámbito... organízate de la forma que quieras. Pero creo que ya va siendo hora de que comprendas cuál es mi verdadera labor.
- ¿De qué estás hablando?
- De que lo que pase a partir de ahora estará bajo Tu Designio. En última instancia Yo seré el responsable, pero va siendo hora de que descanse. De juntarme con aquellos que son como Yo y discernemos sobre cómo nos ha ido la cosa.
- ¿Hay más como Tú?
- Claro. En cada región del Universo en la que hay vida... inteligente... por decirlo de alguna forma. Yo sólo soy una parte de la escala. Arriba nuestro está la Figura que gobierna la Vía Láctea. Todas las Galaxias tienen una. Y cada Universo dispone de Otra. Así hasta llegar al Único. Y este, por cierto, tampoco está solo. Hay más como Él. Pero desconozco, desconocemos, sus motivaciones. Como puedes ver... todos somos Creaciones que partimos de una Primordial.
- ¿Y los Sistemas que no disponen de vida?
- También tienen, pero... por decirlo de alguna manera... todavía están aprendiendo a crearla. Al hacerlo suben un nivel. Y cuando esta es inteligente llegan al que Yo me encuentro.
- No lo entiendo... ¿Y por qué me toca ahora dirigir esta parte?
- Porque... has sido elegido con tal de ascender. Si pasas la prueba, y no dudo de que lo vayas a hacer, te concederán la dirección de un Sistema que tenga vida. Digamos que este es el primer paso hacia que lo puedas hacer correctamente.
- ¿Después de todas las veces que me he mostrado irrespetuoso ante Tu Presencia?
- Yo también lo hice con mi Mentor.
- ¿Tú también has pasado por esto?
- Sí. Y te puedo decir que toda la Creación que estaba bajo su supervisión era completamente diferente a esta. Tal vez por eso me eligió. Porque era completamente diferente a Él. Y Yo te elijo a Tí porque eres completamente diferente a Mí.
- ¿Y no sería mejor que eligieras a aquellos que se sientan alrededor de Tu Trono?
- No, Ellos eligieron estar ahí. Y por ello no conocen nada que sea ajeno a Mis Designios, a Mis Normas. Tú elegiste abrir los ojos. Ampliar Tu Horizonte. Por eso te elijo. Pero si miras hacia atrás descubrirás que todo tiene su sentido. Has manejado bien, y con sabiduría, los diferentes Infiernos que hay hacia este mundo. Es una preparación. Ahora sólo habrás de dar el siguiente paso.
- ¿Qué pasará contigo?
- Descansaré. Y después tomaré posesión de otra Realidad. Pero no sé nada sobre Ella. O por lo menos por ahora.
- ¿Me estás diciendo que lo que se me otorgará es la dirección de Este Lugar?
- Sí, eso es...
Guardó silencio mientras su cabeza no paraba de dar vueltas a lo que le había revelado. Lo que más le fascinaba era que le dieran algo ya creado. Y que en esto hubiera colaborado. "Además, edificaste muchos Mundos dentro de Este", dijo Adonai leyéndole la mente.
- No hagas eso. Es de un mal gusto tremendo. Déja mis cábalas en paz...
- Vale, vale...
Dio otro trago a la cerveza y sacó un cigarrillo del paquete de tabaco que llevaba en el bolsillo izquierdo de su camisa. "¿Tienes un cenicero?". Adonai abrió uno de los cajones de la mesa y le ofreció uno. En ese momento, lo prendió dando una profunda calada. Al exhalar el humo, este ocupó toda la estancia.
- Dime una cosa, ¿qué pasará si me niego?
- El Apocalipsis. Todo seguirá tal y como predijeron los profetas. Yeshua ocupará el que sería su lugar y todo será purificado mediante el fuego. Y todas las visiones que hasta el momento tienes dejarán de tener sentido. Por ponerte un ejemplo, el hijo de la escritora que estaba en la terraza jamás alcanzará su Destino. Será un punto final. Después, todo comenzará de nuevo.
- Entonces, ¿cuál es mi propósito?
- Te toca darles otra oportunidad. Que aprendan de sus errores sin la necesidad de usar la Guadaña. Que no tengan que empezar de cero. Que sigan su curso teniendo presente las lecciones. Y que estas no sean de sangre.
- Necesito un par de días para pensarlo.
- Lo sé. No es algo que se pueda decidir a la ligera.
- Necesito pensar.
- Tómate el tiempo que necesites.
- No, con dos días me bastará. Y creo... creo que va siendo hora de que me vaya. En dos días te veré en este mismo lugar.
- De acuerdo. Aquí estaré.
Acabó de un trago la cerveza que quedaba en la lata y apagó el cigarrillo. Más de la mitad de este estaba sin consumir.
- Una cosa más. ¿Yeshua sabe algo de esto?
- Sí...
- ¿Qué piensa de todo?
- Él mismo te lo dirá.
Aquello le sorprendió. Más aún después de notar que Adonai tenía la mirada perdida. "No tardarás en saber su opinión".
Tras decir esto, se levantó y le dio un fuerte apretón de manos al que le siguió un fuerte abrazo que fue correspondido. Casi al unísono, los dos suspiraron y abandonó el despacho. Cuando salió, notó que Madi había obedecido. Estaba tomando un café antes de entrar en una sala de cine. Cada cierto tiempo, contestaba al camarero que le hablaba sin parar. Le estaba contando que estudiaba medicina en sus ratos libres y que, con un poco de suerte, acabaría en un año. Podría dejar todo aquello atrás. Ella, sin saber por qué, le preguntó que a qué hora salía. "En media hora". Armándose de valor, le invitó a ir con ella. Pero cuando llegaron no quedaban entradas. Decidieron ir a dar una vuelta.
Al salir del edificio, Samael fue al mismo bar en el cual había vislumbrado a la escritora. Todavía seguía ahí, pero ya estaba en compañía de su pareja. Aquello le produjo una punzada en lo que entre ellos también llamaban corazón. Pasó al lado de ellos mientras se dirigía a la barra. Le pidió una cerveza a la camarera que había tras ella. No es que pudiera emborracharse, pero necesitaba estar tranquilo y aclarar sus ideas. Aunque la decisión ya la tuviera tomada. "A ese trago invito yo", escuchó de repente. Dirigió su mirar hacia el lugar del que venía la voz. Era Yeshua. "Ni se te ocurra tomar mi lugar", le dijo.
- Es de muy mal gusto leer la mente de los demás. Eres un irrespetuoso.
- ¿Irrespetuoso Yo? ¿Entonces, qué eres Tú? ¿Alguien que va a dar Armonía al mundo después de todo el Mal que le ha hecho?
- Sabes que eso no es así.
- ¿No? ¿Acaso te tengo que recordar todas las veces que en vida te metiste en Mi Camino?
- Sólo te estábamos probando. Lo triste es que hayas olvidado las lecciones que entonces aprendiste.
- No, las sigo teniendo muy presentes. Por eso vas a dejar que ocupe el Lugar que me corresponde.
- Creo que no estás preparado para ello. Sólo vas a traer Caos y Destrucción. Esta gente no merece eso. Deben aprender al igual que Tú lo hiciste.
- ¿No te das cuenta? ¡No tienen remedio! ¡La Única Solución es que empiecen desde cero, tal y como los profetas dijeron que ocurriría!
- Este no es el lugar adecuado con tal de hablar de ello. Lo mejor sería que nos reuniéramos los dos con Adonai.
- No, no hace falta. Debemos dirimir esto entre Tú y Yo. ¿Tenemos dos días por delante, verdad?
- ¿Qué quieres hacer?
- Nada, todo ha empezado.
- ¿Qué quieres decir?
- ¿Acaso no lo sabes? La Guerra Final ya ha comenzado. Y el Cordero ha tomado el cuerpo del Lobo. El Anticristo será el Salvador del mundo. Ni Tú ni Él podréis hacer nada. Todo será purificado. Todo volverá a renacer.
- ¿Quieres hacer la Guerra en este mundo?
- ¿Y por qué no? Su Tierra está sedienta de sangre. Parece un yonqui en busca de su próxima dosis. La está pidiendo a gritos. Y Yo se la voy a dar. Pero será la Última. No habrá más. Y cuando acabe todo volverá a empezar de nuevo.
- Merecen otra oportunidad.
- ¡Ya les he dado bastantes! Cada vez que monto una ya están ansiosos por empezar la siguiente. No hay marcha atrás.
- ¿Has sido tú? ¿Tú has organizado cada una de ellas desde hace 2.000 años?
- Y antes también. El ser El Hijo de Dios tiene unas ventajas extraordinarias.
- Para. No sigas. Esto no va a traer nada bueno.
- ¿Estás seguro?
En ese momento, Yeshua chasqueó los dedos y todo lo que había alrededor de ellos desapareció. Sólo quedó un enorme cráter extendiéndose a kilómetros a la redonda. "¿No te parecen maravillosas las bombas atómicas? El aire que estamos respirando es puro al fin".
- ¿Qué has hecho?
- Nada. He traído la Nada. Al igual que con cada Peste habida en la Tierra. ¡Cuán hermosas eran las calles con el CoVid! No había alimañas en ellas y la naturaleza campaba a sus anchas.
- ¿No lo sabes? La culpa es tuya. Tú eres el motivo.
- ¿Yo?
- Sí, Tú. En todo este tiempo has tenido más importancia que Yo. Por eso quieren que ocupes el lugar de Él. Ha sido una campaña orquestada para que te conocieran. Pero ese no es Tu Lugar. Al igual que no lo era el de todos estos que acaban de desaparecer. Prepara a tu ejército. Nos han dejado vía libre. No hay vuelta atrás.
- ¿Y si me niego?
- ¿Acaso me vas a decir que ahora vas a morir Tú en nombre de todos ellos?
- No suelo poner la otra mejilla...
- ¿Y por qué no lo haces?
- Creo que deberías volver a recordar las lecciones que aprendiste.
- No, nada de lecciones. Ahora el profesor soy Yo. ¡Déjate de chorradas y lucha!
- ¡No, no lo haré!
Fue ahí que Yeshua volvió a levantar el brazo con el propósito de chasquear de nuevo los dedos. "Se acabó, ahora le toca el turno al planeta entero". Pero algo le frenó. Le habían agarrado del hombro y lo empujaron hacia atrás provocando que callera al suelo. "Cuánta maldad hay en Tu Interior, Hijo Mío". Era Adonai. "¿Qué es lo que pretendes?".
El Hijo observó la figura del Padre. Sonrió de una forma cínica. Cruel. Agarró un poco del polvo y lo olió con tranquilidad. Saboreándolo. Y pasó su lengua por la comisura de sus labios. Estaba exaltado. Muy seguro de sí mismo. Entonces, comenzó a reír con un sonido que dejaba entrever el grado de superioridad que mostraba ante ellos. Fue levantándose poco a poco, como si no le diera importancia a las Dos Presencias que tenía frente a Él. Aspiró el ambiente y dejó escapar un gemido de placer.
- Purificar, Padre. Purificar. Algo que deberías haber hecho Tú hace mucho tiempo.
- ¿Sí? ¿En serio quieres eso?
- Sí, Padre. Eso es lo que quiero. Lo que deseo. ¡Hay que Purificar todo esto desde ya!
- De acuerdo...
Adonai cerró los ojos y Yeshua desapareció de la Existencia. "Todo ha terminado", comentó el Primero mientras las lágrimas surcaban su rostro. Cuando estas alcanzaron el carbonizado suelo, este fue cobrando vida y todo volvió a la normalidad. Como si nada hubiera sucedido.
- Me voy. Es Tu Turno. Dejó esto en Tus Manos. Nos vemos dentro de dos días.
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