La historia del porro que se fumó sin darle importancia (X)


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Cuando traspasó la puerta de su casa fue directo a la habitación. La tenía prácticamente enfrente. Sólo debía avanzar unos dos metros por la derecha. Una vez en su interior, se desvistió y se puso un viejo chándal. El mismo con el que solía vestirse al estar allí. Después fue a la cocina con la pretensión de cenar algo. Para ello, recorrió los 10 metros que había desde el flanco izquierdo de la entrada del cuarto y, una vez llegado a la nevera, la abrió y sacó de su interior un táper con macarrones y un par de huevos.

Su intención era freírlos. Así que mientras calentaba el aceite de la sartén encendió la radio. Tampoco le prestó atención a lo que sonaba. Sabía que era música porque siempre tenía programada alguna emisora de radio fórmula. Al coger la temperatura que deseaba vertió los macarrones hechos con anterioridad. Los fue moviendo despacio y con mimo. Una vez estuvieron a su gusto, los retiró para verter después un poco más de aceite y meter los huevos rompiéndolos con delicadeza en la esquina del instrumento de cocina.

Habiéndolos acabado de freír los puso encima de la pasta y fue la mesa. Lo tenía todo colocado de tal manera que podía observar el paisaje urbano desde la ventana que tenía abierta. Suavemente, degustando cada bocado que daba, disfrutó el plato aderezado con el liquido de las yemas que partió con meticulosidad tirando de los dientes del tenedor. Aquel momento lo acompañó con un poco de agua del grifo servido en un vaso de de cristal. Al terminar, fregó los cacharros, apagó la radio y fue al salón de estar.

Este estaba al fondo de la casa. Tenía que recorrer todo el pasillo hasta llegar a él. Y eran las nueve de la noche. Al día siguiente no trabajaba, así que podría ver tranquilamente «La noche de los muertos vivientes». La había disfrutado con anterioridad, pero esa magna obra del neoyorquino George A. Romero le parecía apasionante. Se preguntó si la pareja estaría viendo «Candilejas». Pero tenía por delante casi una hora y cuarenta minutos de un largometraje que estaba cargado de simbolismo a lo largo de sus líneas.

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Una de las cosas que más le fascinaba era que el personaje encargado de tener el papel protagónico fuera negro. Viendo la fecha su estreno (1968), la primera vez llegó a pensar que se debía a que querían plasmar una metáfora sobre los movimientos sociales. Y es que en abril asesinaron a Martin Luther King y tres años antes a Malcolm X. La película fue estrenada en octubre. Pero el propio Romero había explicado que el escoger a Duane Jones (1937-88) en el papel de Ben no se debió a eso, sino a que era alguien cercano. Aún así, no podía dejar de pensar que el final de la película reflejaba el racismo que sufría la comunidad afroamericana, en especial por las autoridades pertenecientes a los agentes de la Ley.

Habiendo fallecido en 2017 con 77 calendarios a sus espaldas, la filmografía de Romero se centró, básicamente, en películas de terror. En especial, en las de zombis, con las cuales dio forma a un basto universo partiendo de «La noche de los muertos vivientes». En él, las críticas hacia la sociedad estadounidenses eran más que palpables. El individualismo, la falta de empatía, el exceso de competitividad, el consumismo, la religión, la avaricia,... fueron plasmados a lo largo de su carrera y, sobre todo, en esta saga de seis largometrajes que llegó a tener un reinicio. Sorprendentemente, trató de llevar al cine los videojuegos de "Residente Evil", pero el proyecto no llegó a cuajar. Finalmente, la primera entrega de esa franquicia vería la luz en 2002 con el británico Paul W. S. Anderson a los mandos.

En su momento, una de las cosas que más le llamó la atención fue que estuviera expuesta en "Wikipedia". Le extrañó mucho. No era tan antigua como para que estuviera libre de los derechos de "Copyright". Intrigado, decidió buscar el por qué de ello. Sucedía que al momento de sus primeras proyecciones la distribuidora no señaló apropiadamente la autoría. Como la ley estadounidense de Derechos de Autor exigía que estuviera debidamente señalado, la potestad sobre el largometraje les fue anulada y, por ende, su posesión. Por ello, se proyectó con otros títulos y las ganancias se las llevaron las salas y autocines que lo hicieron. Se trató de un auténtico desastre financiero que, a la larga, beneficiaría a aquellos que quisieran verla, pues lo hacían de una forma "libre" que hoy en día se refleja en la facilidad con la que es localizable en internet.

Además, siempre le había llamado la atención el mimo con el que fue rodada desde un presupuesto de 114.000 dólares de la época. Realizada en blanco y negro, rezumaba el espíritu de las películas de serie "B" que el género de terror había dejado durante las dos décadas anteriores. En sí, la iluminación utilizada mostraba perfectamente la angustia, el terror y la claustrofobia. Ya fuera en las escenas rodadas en el exterior o en el interior de la vivienda. Esta podía pasar de la claridad a la oscuridad de una manera exquisita e, incluso, relataba la esperanza para pasar acto seguido a la tragedia sin ningún tipo de miramiento o corte que pudiera lastrar el apoteósico y acongojante desenlace. Es sí, combinaba a la perfección el suspense psicológico con la escatología más visceral que sería precursora del cine "gore".

En lo que respecta al mensaje del film siempre había visto una lucha entre el conservadurismo y la rebelión ante las reglas establecidas. Esta confrontación estaba personificada en el matrimonio Cooper ( Karl Hardman y Marilyn Eastman) y Ben. Mientras que los primeros, sobre todo Harry, querían mantener sus posiciones hasta la llegada de los equipos de salvamento, el otro pretendía luchar ante las circunstancias habiendo las consecuencias que hubiera. Finalmente, y tras una serie de trágicos sucesos en los que la envidia, individualismo y las traiciones toman partido, Ben se verá en la necesidad de tomar el lugar que ellos habían ostentado. Esto será lo que finalmente origine su perdición dando origen a las hipótesis de que el largometraje trataba en última instancia el racismo desde la vertiente de la segregación racial.

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Así que puso en marcha el ordenador y buscó la carpeta correspondiente. Tras abrirla, localizó el archivo y pulsó dos veces sobre él. Mientras arrancaba la película comenzó a hacerse un "peta". Este sería grande, de forma de "L", y lo iría fumando poco a poco mientras se tomaba un cacao caliente. Además, la hierba acapararía su contenido mezclado con tabaco. Esta la solía dejar para las noches con tal de evitar el embotamiento continuo que tendría si la fumara a lo largo del día y fuera en detrimento del hachís. Cuando dio la primera calada, la cual aspiró de forma profunda y alargada dejándola durante largo tiempo en el interior de sus pulmones, las pequeñas casualidades que harían que Bárbara (Judith O'Dea) y Johnny (Russell Streiner) se volvieran un engranaje esencial en la trama ya habían sucedido. Le sorprendió cómo esos momentos ya delataban lo que al final sucedería con ellos.

Otro aspecto que le llamaba la atención era la fragilidad que mostraba el Ser Humano por su dependencia hacia la tecnología. Y eso que estamos hablando de los finales de la década de los años sesenta, siendo el teléfono fijo el único sistema con el que comunicarse a distancia y estando la radio y la televisión en su máximo apogeo. Además, la comodidad de la sociedad de esos días se ve truncada de tal manera que la búsqueda de gasolina como imagen del progreso frenado conlleva que vuelvan al primitivismo más primigenio necesitando encarecidamente el uso del fuego. La batalla entre los avances y el lugar del que estos proceden llegan a alcanzar unos límites verdaderamente distópicos.

Y qué decir del ritmo del largometraje. Este le sumergía en la historia sin miramientos ni tapujos. Casi no le presenta a los personajes logrando que su vida pasada no disponga de apenas importancia al centrarse en el qué y el ahora. Sus acciones y reacciones mostraban sus debilidades, las cuales lastrarán sus movimientos a la par que luchan contra ellas o les enroca en sus posiciones ante la disyuntiva que va aumentando en su volumen de peligrosidad. Con ello, el espectador, en este caso Eder, vería la manera en que sus decisiones van marcando su destino sin que los personajes se percaten de ello empecinados como están en que su visión sobre cómo afrontar el dilema es el correcto y no hay otra alternativa posible. Aunque lleguen a colaborar a regañadientes entre ellos.

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Se recostó en el sofá mientras le daba vueltas a un aspecto. Y esto fue aumentado a medida que avanzaban los minutos. ¿Qué desencadenaba toda la catástrofe? La película dejaba caer algún que otro pequeño indicio sobre ello, pero no expone nada en claro. Era como si el espectador tuviera que labrarse su propia idea y opinión. Esto era algo que le fascinaba. Pues desde un detalle tan nimio, aunque estuviera tan bien disimulado, salía algo de una complejidad tal que la mente de más de uno pudiera llegar a explotar. Metafóricamente, claro. Esto hizo que no dejara de plantearse esa cuestión cada dos por tres pese a que puso una atención extrema a cada minuto y escena que la pequeña pantalla del ordenador portátil le mostraba.

Finalmente, cuando ya acabó la película, esa misma idea seguía dándole un tremendo dolor de cabeza. Pero este se vio aligerado por cómo eran reflejados los agentes de la autoridad. Al igual que aquellos que creían ostentar su posición por presentarse voluntarios a la hora de hacer frente a la plaga de zombis. Ineptos, irrisorios, anárquicos en el sentido obtuso del término, con un complejo de superioridad,... Estos atributos los compartían con los mismos medios de comunicación que se encargaban de retransmitir sus marchas como si de empotrados en alguna guerra se tratara. De hecho, la Guerra de Vietnam ya estaba en entredicho por la población estadounidense y se comenta que el propio Gobierno de Estados Unidos veía que no ganaría la contienda a pasar de que no finalizará hasta 1975.

De esta manera se fue a la cama. Con una extraña sensación por lo que acababa de disfrutar. Por cada pequeño detalle que había vislumbrado bajo la aparente sencillez que profesaba el largometraje. Aunque también se sentía consternado por lo que su final suponía. Por cómo podría haber tratado ese momento de la Guerra de Vietnam y si eso se podía también extrapolar al resto del film siendo la plaga de los zombies el mismísimo socialismo de la URSS y sus aliados. Si podía representar una radiografía de los propios Estados Unidos de la época y, si era cierto que fue algo casual, la lucha de los afroamericanos por sus derechos. Dándole vueltas a estos aspectos, y otros muchos más, se durmió sin darse cuenta al sentir su mente libre de todo compromiso hacia el día siguiente.

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