INTROSPECCIÓN

Pongamos que hablamos de cicatrices.

De las del alma,

de las del corazón,

de cualquiera de las que nos hacen ser

todo lo que somos

y un poquito más.


Pongamos que las iluminan luces

que las acunan

y les dan el calor

que nos irán empujando en el crecer.

Son nuestros retoños 

y sus mañanas.


Y estas van amasando con dulces brillos

las palabras

que pronunciamos,

las que escribimos

y las lágrimas que hubimos derramado

alguna vez.


Y en estas la lluvia nos cubre

la cara mientras va limando

las impurezas habidas en ella.


Los venenos parece que se aclaran

sin necesitar un producto

de los que en masa se producen.


Será que lo natural se abrirá paso

con la fuerza

de lo divino

sin haber un Dios

cuyos sacerdotes dicten este mundo 

que está por ver.


Hablemos, hablen de cicatrices,

y sáquenlas al exterior,

pues no hace tanto tiempo nos hacían guardarlas

por la señal del pecado y su inmoralidad.


Masculino y femenino habías de 

ser en las pautas del mundo

edificado donde se disimulaban

las cicatrices en pos de la fortaleza.

loudavidson.wordpress.com


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