LA PIEL DEL CORDERO
Se suelen oír los aullidos de los lobos con las vestimentas de cada cordero; a veces lejos, otras más cerca, como si, realmente, fueran camaleones al querer camuflarse con el paisaje. Pero una cosa será el animal, y cada circunstancia que vive, y otra muy diferente es la del ser queriendo aparentar otras formas. Su amortiguada voz es simiente buscando, tratando, de apaciguar a lo que ha de volverse su presa sirviéndole hacia sus pretensiones. Siguen la distancia creando un territorio inexistente; creado en un espejismo en el que se refleja ternura sirviendo de disfraz a lo prepotente que sirve de paso previo al desenlace. Este será alimentarse de las almas de los que quieren ser dueños en el frenesí de su banquete. Y este se va volviendo más grande, y ese traje más lustroso, a medida que continúe atrapándolas. bitgab.com