EL CASTILLO (Eutanasia)

20/III/2021

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Siento los latidos
de mi corazón mientras
suspiran por ser libres.
Estando tendido
el correr de las horas
pasan estando inerte.
Y los pensamientos pasan
a la vez que los recuerdos
parecen querer atormentarme
con su presencia
tan palpable y duradera
en el confín del reducto
que finalmente logró amarrarme
en esta estancia.
Las veces en que me mueven
al cambiarme de posición
lo hago desde mi silencio,
aunque ciertamente podría
dirigirme a ellos. Prefiero
guardar mis palabras
hacia todos los instantes
en los que estaré conmigo,
aquellos que se volvieron
constantes durante los días
que se adueñaron de todo
sin liberar nada.
Todas mis ideas, las que corren
sin cesar por esta
mente, las plasmo
mediante la boca. Es la
única manera que tengo
de hacerlo. Resultó tan
complicado volver,
el aprender a hacerlo
de esta manera…
A veces parece que rugen
o reflejan calma.
Solo es mi estado
anímico en la cama
transformada en este castillo
que lento se derrumba
desde este paisaje
que nunca es alterado
entre las horas.
Sí, me suelo consolar
con que otros
estarán peor que yo.
Imagino tener
que comunicarme
mediante los ojos…
Qué forma más ingrata
del calor
que dan los abrazos
sin siquiera poder
sentir ese roce
de unos finos dedos.
Ya tiempo atrás dejé
la idea de partir.
Encontré en la necesidad
de continuar aprendiendo
a lo que aferrarme
y no sucumbir
a la frialdad de esta celda
que realmente rodea todo.
Todo aquel desgaste
fue desapareciendo
a medida en que
desechaba la idea
de resultar un lastimero lastre
hacia aquellos que me rodeaban.
También lo fue, en parte,
por ese sentimiento
que me impedía que
cargaran la losa
por haber dejado que me marchite
hacia aquellos que me rodeaban.
Es verdad que este cansancio
se apodera muchas veces
de mi persona, pero algo
desde mi interior
me hace seguir empujando
y continuar en el pesar
de todo este cruel calvario
que es este mundo.
Sé que puede llegar
ese momento en el que ya cese
de luchar ahogado
por las circunstancias
que me rodean
en todo instante.
No es una derrota,
es el deseo de partir para que
pueda haber descanso
después de tantos días
sin la gloria
de cada instante.
No lo podría llevar a cabo
solo, necesitaría la ayuda
de alguien que tuviera
que cargar no solo
con ese posible castigo
que le sería impuesto por las normas,
también con la carga
de haberme ayudado.
Pero, al igual que no sabré
qué decisión o postura
tomaré mañana ante
todo esto, siento que aquel
que hace presente
su abogable postura ante
que nos pudiéramos marchar
podría ser que él mismo esté
reacio a decidir este
si lo padece.
Incluso a aquellos contrarios,
habiendo llegado hasta aquí,
puede que les resulte
un auténtico calvario
que les empuje a decidir
esa paz consecuente.


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