La ecosexualidad es "una forma diferente de explorar lo erótico"

Sonja Semyonova sorprende al mundo al afirmar tener una relación con un roble

ecoportal.net

Es de la opinión de que todo el mundo es ecosexual. Y mantiene, incluso, que si lo llegásemos a reconocer se podrían resolver los problemas del cambio climático. Ella es Sonja Semyonova, tiene 45 años y declara que es "un gran error" el llegar a pensar que ese concepto, el de la ecosexualidad, "significa sexo entre las personas y la naturaleza". En sí, y partiendo de sus propias palabras, se trataría de "una forma diferente de explorar lo erótico".

Aún así, afirma mantener una relación de esa índole con un roble de la isla de Vancouver, en la Columbia Británica de Canadá. Según relataba el 'Daily Mail', con él experimenta los sentimientos que siempre había buscado en otra persona. Esto sería "la sensación de ser pequeño y estar sostenido por algo tan sólido. La sensación de no poder caer". ¿Pero cómo se "conocieron" Sonja y su 'partenaire'?

Todo empezó en 2020, durante el confinamiento impuesto a consecuencia de la pandemia del CoVid. En esas fechas se mudó a la isla y, con tal de airearse en los momentos que estaba permitido, daba caminatas por la zona. Pero a pesar de que el roble se encontraba cerca de su casa no comenzó a tener esas experiencias hasta el verano de 2021. "Estuve caminando por un sendero cerca del árbol cinco días a la semana durante todo el invierno". Hasta finalmente sentir una conexión con él.

"Había un erotismo con algo tan grande y tan viejo que me retenía", proseguía. Aseguraba que los sentimientos que le proporciona la naturaleza no son los mismos que provienen desde la sexualidad humana. En el fondo, la ecosexualidad busca salvar "a las montañas, las aguas y el cielo por todos los medios, sobre todo a través del amor, la alegría" y el poder de seducción.

Hacer el amor a la Tierra

De esa forma lo afirmaba su manifiesto de 2011, el cual fuera creado por las estadounidenses Elizabeth Stephens y Annie Sprinkle. Según revelaban, hacían "el amor a la Tierra" con sus sentidos, pues abrazan "a los árboles sin pudor", masajean la tierra "con los pies" y hablan "eróticamente a las plantas". Rechazando el uso de la violencia, aunque admitiendo que algunos de ellos pudieran recurrir a ella, afirmaban trabajar y jugar "sin descanso por una justicia planetaria y por la paz mundial".

El movimiento nació en 2008 oficializándose tres años después con la redacción del nombrado manifiesto. Walter Ghedin, médico psiquiatra, psicoterapeuta y sexólogo clínico argentino, explicaba en 2018 a 'Infobae' que surgió como "una orientación, que no solo cuida el medio, sino que lo utiliza para encontrar una opción de conexión amoroso-sexual". Añadía que "la relación es desigual porque el otro no pide, no guía, no reclama, no tiene orgasmos, entre otras cosas".

Por objetivo; conservar el planeta

Incluso la ONG 'Greenpeace' tiene una 'Guía Eco-Sexual' con la que propone hacer el amor mientras se lucha por el planeta. Sus indicaciones están orientadas a la conservación de la naturaleza y a evitar la contaminación. La opinión de Ghedin ante aspectos como este era que "si en el resto de las áreas de la vida vamos aprendiendo a cuidar el medio ambiente, la conducta sexual también está incluida en este propósito saludable".

Por su parte, Sonja, quien dice haberse sentido siempre sola, ha tenido que salir a defenderse en las redes sociales ante sus críticos. Declara que el vínculo erótico puede manifestarse de formas creativas, perdiendo este su riqueza hacia la vida y el placer si se basa en la energía derivada de los genitales. Definiendo su experiencia como una expresión única de placer y conexión, afirma desafiar así la norma tradicional en las relaciones humanas a la par que celebra el bienestar personal.










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