CUANDO EL NO HACER NADA ATRAVIESA EL BIG BANG
En ocasiones,
más de las que creemos,
estar sin hacer nada
y poder dedicarse
a uno mismo
es uno de los mayores
placeres que podemos
degustar.
Aunque parezca
redundante,
y volvamos a ello
más de una vez
como si fuéramos
un poeta obsesionado
con ello de forma
casi enfermiza,
es uno de los mayores
placeres que podemos
degustar.
Es un deleite
que no tiene credo,
aunque si es que así fuera...
el poder relajarse
sería un mito
hacia aquellos que pretenden
evadirse un momento
en su paz.
Suele resultar
sorprendente
dedicar tiempo a ello
si se puede..
Es algo complejo,
y también tan sencillo
que por sus texturas
suelen caminar
los ratos filosofantes
de algún matemático
al pensar.
Y más lejos
de la Teoría del Big Bang,
cuál será la sensación
al contemplar
a un físico
pareciendo no hacer nada
mientras tiene a mil
su mente
cuando esta
está hirviendo.
Todo ello
con tal de
desentrañar
los misterios
que nos rodean.
Por ello
será que
nos descifran
los recodos
de la Nada.
Y en el centro,
o quizás una esquina,
está la meditación.
Espiritual,
o tal vez no,
surca nuestras entrañas
en el transcribir
la luces
que vibran
dentro nuestro.
Es uno de los mayores
placeres que podemos
degustar
más allá
del carácter mundano
que se le podría conceder.
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