La hoguera en la base de la columna



Era una noche oscura. El fuego que encendió con tal de asar la liebre que cenaría emitía la justa luminosidad que le permitiese observar los alrededores. De todas formas, aquello que no alcanzara a vislumbrar podría detectarlo con sus agudizados oídos. Upa y su padre Bora dormían. No quisieron acompañarle en aquel momento. Le dijeron que ya habían comido. Y que descansara, pues al día siguiente le esperaba un duro y largo camino.

Observó la base de la columna que llevaba a la Torre de Karin. Ya había estado allí, pero por lo que le explicaron un hechizo fue volcado sobre ella. Ahora era más pesado ascender. Mucho más que cuando la escaló con Goku a sus espaldas. Era la primera parte del entrenamiento que tendrían que hacer si querían derrotar a los Saiyajins que en seis meses llegarían a la Tierra.

Disfrutó de la vianda. Algo le decía que a partir de entonces sólo se alimentaría a base de Habichuelas Mágicas. Y eso sería la parte que más le iba a disgustar del proceso. Volvió a fijarse en la base de la columna. Especialmente en las figuras plasmadas en ella. Eran imágenes en relieve de las gentes del lugar. De la tribu a la que pertenecían Upa y Bora. La leyenda contaba que llevaban guardando la Tierra Sagrada por más de 4.000 años. Y eso le parecía exagerado. No creía que fuera así.

Cuando terminó, calentó un café. Lo bebió en una taza de hojalata que llevaba guardado en una de las cápsulas que tiempo atrás Bulma le regaló. En ella disponía de todo lo necesario con tal de sobrevivir. Y cuando comenzaran tendría que dejarla de lado. Estaba seguro de ello. Desenvainó su espada. Y le dio filo con la piedra que reservaba hacia tal menester. Observó el firmamento. No había Luna, pero era una noche estrellada. Despejada.

De repente, sintió la presencia de alguien que estaba acercándose. Era sigiloso. Muy meticuloso en su caminar. Sus movimientos le recordaban a los de un lobo al desplazarse. No lo conocía. Sólo había oído hablar de él. Por lo que rápidamente dedujo su identidad. No podía creer que aquella circunstancia le llevara a poder conocer a una estrella del deporte. Del béisbol, siendo más concretos.

Esa persona fue acortando muy despacio la distancia que los separaba. Casi sin hacer ruido. Pero el que producía estaba orientado a que lo detectara. "Si he acertado su identidad, él también debe de haber hecho lo mismo con la mía", rumió Yajirobe. Una figura humana apareció frente a él. Poco a poco, fue saliendo desde las sombras hasta que sus facciones se volvieron nítidas. Al samurái le sorprendió lo atlético y delgado que era. Pero al mismo tiempo desprendía una energía increíble.

- Vaya, tú debes ser Yamcha.

- Sí. Y tú el que ayudó a Goku después de derrotar a Piccolo Daimaku.

- Dime una cosa. ¿Qué sentiste cuando luchaste contra Kami-sama en el Torneo de Artes Marciales?

El recién llegado meditó. "Impotencia", reveló finalmente.

- Lo mismo me sucedió a mí...

Guardaron silencio. A ambos les rondaba algo por la cabeza. E instintivamente dedujeron que que era lo mismo. "¿Llegaste a sentir el poder de Radich?", preguntó Yamcha.

- Sí, e imagino que tú también.

- Así es.

- Estaba a más de mil kilómetros de distancia. Me quedé petrificado. No comprendo cómo fueron capaces de derrotarle. Goku y Piccolo son increíbles.

- Me pregunto cómo nos entrenarán. Si estos enemigos son muchísimo más fuertes que Radich... lo tenemos complicado. Es una situación muy delicada.

- Algo nos dirá Karin. O quizás no. Puede que ni él lo sepa. Pero hasta que no estemos en el Templo de Kami no hagamos conjeturas. Entonces nos aclararán todas las dudas que podamos tener.

- Esto va a ser interesante.

Lo dijo mirando las alturas. Dirigiendo su mirada hacia donde estaba el lugar en el que residía el hermitaño. Yajirobe interrumpió sus pensamientos. "Dime una cosa, ¿esas presencias que siento viendo son tus amigos?".

- Sí. Si no calculo mal, llegarán mañana. Poco después del amanecer.

- Y las otras dos energías que están a lo lejos... las de Piccolo y el hijo de Goku.

- Sí, su nombre es Son Gohan...

- Igual que su abuelo...

- Eso es...

- Tiene una fuerza extraordinaria. Me recuerda mucho a la de su padre...

- En el caracter también... pero es sólo un niño... no sé si será buena idea que participe en esto.

- Creo que no debemos juzgar esa decisión... el que tendría que pronunciarse es Kami...

- ¿Lo conoces?

- No. Y aunque Karin me habló algo de él... sigue siendo un misterio. Y su ayudante también.

- ¿Qué?

- No vive solo. ¿No notas su "ki"?

Prestó atención. Sí, podía sentirlo. Pero ambos eran completamente diferentes a los de la gente corriente. "Increíble", murmuró....

Entonces, Yajirobe se tumbó sobre el suelo. "Creo que va siendo hora de que vaya a dormir".

- ¿Vas a poder hacerlo con la que está a punto de caer?

- Sí. Pienso disfrutar de cada momento al máximo. No va a ser todo entrenar. Si caemos, y ojalá no pase, pienso pasar al otro lado sin nada de lo que arrepentirme por no haberlo hecho.

- Comprendo...

- Si quieres puedes azuzar el fuego. Hasta mañana.

- Descansa.

Yamcha sacó la cajetilla en la que guardaba las cápsulas. Cogió la que contenía comida. También otra con una manta. Calentó una sopa y bebió un té. Después, se tapó y aguardó a que el sueño lo arropara. Lo hizo mirando las estrellas. El día siguiente iba a ser duro. Como todos los que vendrían a partir de entonces. Pero estaba mentalizado. Nervioso, pero mentalizado. Había llegado la hora de demostrar que podían salvar al mundo sin Goku. Pero deseaba con todo su corazón que estuviera allí.

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