Viajando por el universo

18//IX/2019

Nos alejamos tanto de ella que no nos dimos cuenta del momento en el que dejó de abrazarnos. Siempre lo hacía de forma dulce y sincera a pesar de las trabas que puso hasta que conseguimos esa posición de excelencia entre todas sus criaturas.

No nos percatamos de que en su eterna sabiduría y belleza no es infinita a pesar de que pensáramos eso. Sus recursos fueron usados sin el menor miramiento. Las otras criaturas con las que compartíamos el suelo, agua y aire no sólo servían de alimento, se sobre explotaban y cazaban por puro entretenimiento.

El agua empezó a pudrirse o a secarse por la ausencia cada vez mayor de árboles y los vertidos sin ningún tipo de control. Las especies que no aniquilamos directamente desaparecieron de forma indirecta por estos motivos. Incluso los carroñeros, que en un momento dado parecían disponer de todo a su alcance, empezaron a desaparecer cuando faltó su sustento.

Los desperdicios llenaron todos los rincones. El óxido cambió todo de color y los plásticos cubrieron aquello que no debería estarlo, además de confundirse con alguna especie animal.

También la contaminación ayudó a que la lluvia fuera ácida. Que cambiara el clima creando tormentas escalofriantes por su fuerza y su imposibilidad de predicción. Nos fuimos a otro planeta dejando el nuestro atrás.

En las naves que nos transportaban por el espacio repetimos la historia. Allí llevábamos todo lo necesario. Organizamos una guerra entre nosotros en mitad del universo. Esta se acabó porque encontramos un planeta habitable y lo colonizamos.

Firmamos la paz. Pero duró poco. Otra vez lo mismo. La misma ambición y desidia. Otra guerra más a la que hay que unir la expulsión de muchos del nuevo planeta, el cual, por cierto, también se está muriendo,. Igual que ese del cual provenimos.

Imagen de archivo


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