PRIMAVERA ETERNA

Como todo aquel que se busca a sí mismo,

tal vez, después de embriagarse con la imagen

que otros edificaron de su semblante

o, quizás, sobre lo que fue construyendo,

comenzaría un viaje

con tal de encontrarse

con aquel que un día fue

o aquello que creía creer.

Numerosos cruces

se hicieron presentes

cuando al percatarse

de sus direcciones

vio que le habían sido desapercibidos,

tal vez, al estar obcecado en paisajes

por los que le decían que debería de ver

o, quizás, porque así decidió ignorarlos.

Inició entonces el viaje

con un presumible inicio

y un posible desenlace

sin un destino fijado.

Las fotografías guardadas

fueron la moraleja que en su corazón 

terminarían un día escritas.

Fue entonces que habría notado

que los paisajes suelen evolucionar

en el transcurrir del tiempo.

Que su espíritu era el mismo

a no ser que le ultrajasen

la flor de sus sentimientos

al intento de cambiarles.

Y es que las flores marchitan

con tal de volver a emerger

siempre y cuando no las corten

y sustituyan por otras.

Primavera Eterna

a la que envenenan

regando con flema.

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