LOS AUGURIOS QUE ACOMPAÑARON AL SONAR DE LAS CAMPANAS
Y vaticinaban los augurios
de una tempestad su venir.
Fuego, azufre
en el aire.
En la tierra un triste latir.
Zonas verdes plagadas de dolor.
Repicaron las campanas.
No se sabía por quién.
Quizás por los seres
que escucharon aquel doblar.
Pero no resultó indemne
ninguna criatura.
Andase o volara,
y las que nadaban también.
Comenzaría a reinar el silencio.
Este dejaba de existir
al hacerse
uniforme
con el viento y su pedigrí.
Y raspaba aquel como el acero.
Lentamente,
desde la inmensidad de lo árido,
cuando lo inerte reinaba,
algo despacio brotaba.
Débilmente, pero tenía vigor.
Lentamente.
Se hizo fuerte.
Vistió en colores esos páramos.
Parecía la luz navegar
donde antes había oscuridad
mientras atrás dejaba aquel lodo.
Lentamente.
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