BITÁCORA

Un viaje, y la luz que lo acompaña.

Su sudor, su dureza; el cansancio

que con fuerza recorre las venas

bajo la batuta de un gran calor.


El dulce frescor en la mañana,

la fría noche mientras va engalando

el firmamento con las estrellas

cuando emergen los brillos del fuego.


Oscuridad, luz, templanza.

Siluetas de color verde

o áridas en el desierto.


Las mareas de los océanos.

Esas olas meciéndose

en el filo de las rocas.


El duro y dolorido despertar

tras una jornada recorriendo

fervientes senderos de montañas.

Un café que despierta el camino.


Un fino rocío que empapa

los rincones de la mente

cuando despierta los sueños.


La roca en mitad del prado

que está llamando a sentarse

y disfrutar de la brisa.


Finalmente, un cuaderno que pueda plasmar

cada una de todas esas impresiones

que, igual que las flores, fueron germinando

mientras parecía que, fluyendo, el respirar

florecía dando frutos a borbotones.

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