CIGARROS Y CERVEZAS EN LA NOCHE
Sus manos desgastadas
lograron encender
un cigarrillo
mientras se cobijaba
de aquel anochecer
en un pórtico.
Llovía a mares,
y el olor a orín
se iba mezclando
con el de la humedad
tan presente
en el frenesí
que iba brotando
entre las esquinas.
Un encendedor
brillaba en el parqué
con su tonalidad
morada
al ser dejado
de forma consciente
para ser notada
su forma.
A una distancia
de un metro,
menos tal vez,
colillas de cigarros
rodeaban
la de un puro,
y se notaba
que fueron
puestas con fé
de llegar a ser vistas
en hora
y motivo.
Dio una calada,
con fuerza aspiró.
Y lo retuvo.
Y fue soltada.
Recordó, entonces,
aquella chaqueta
en medio
de un charco
formado
por la orina
de bacanales
habidas tiempo atrás
en sitios
lejanos
y ajenos
a ese lugar.
Volvió a mirar
el mechero
y las colillas.
Esas formas
tenían cuerpo
y sin apurar.
Parecían el presente
de algún Samaritano
dejando la ofrenda
con el final
de sus finas virtudes
hacia el necesitado
al que congratula
con su Gracia.
Apuro su cerveza
y se dirigió
a la barra.
Volvió a pedir otra más
y le dio un trago.
Salió fuera.
Mientras fumaba
fue bebiendo
muy lentamente.
Al terminarla
fue que marchó
tranquilamente.
Agarró las llaves
y abrió la puerta
del portal
para dirigirse
a la que auguraba
el final.
Fue al baño
y se acostó
plácidamente.
Y durmió.
También soñó
con los paisajes.
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