Un vaso de leche más allá del instinto felino
Aquella cita con CatWoman le había dejado traspuesto. Nunca llegó a pensar que, bajo esa aparente fragilidad, Selina Kyle tuviera una mente tan atormentada. Ni siquiera en sus calculados, y trabajados, pronósticos pudo imaginar semejante perfil psicológico. Si los comparaba... el suyo era un campo de rosas en exquisita armonía. Y esto fue lo que más le llamó la atención: nunca, nunca antes había errado tanto un análisis. Todas sus cábalas estaban completamente alejadas de lo que finalmente tuvo delante. "Será cosa de la naturaleza felina", masculló.
Ante esto, decidió que esa noche se quedaría en la BatCueva. Ni caso le haría a la BatSeñal por mucho que el comisario Gordon insistiera en reclamarle. Para eso ya estaban Robin y BartGirl. Además, iba siendo hora de que comenzaran a actuar sin su tutela. Llevaban tiempo pidiéndoselo. Así que tendrían que sacar partido de la oportunidad que les daba. Y él aprovecharía a rehacer el perfil de Selina. No sería una noche de descanso. Esto le supondría un esfuerzo tremendo. Y tenía que ser muy minucioso. Esa volátil personalidad conllevaba que pudiera llevar a cabo actos temerarios. Además de impulsivos.
Sentado en la mesa del ordenador decidió reclamar la presencia de su mayordomo. Siempre lo consideró una figura paterna, por lo que le resultaba muy extraño, e incómodo, cada vez que se refería a él de esa forma. "Alfred, por favor, pasaré la noche en este lugar; ¿podrías traerme un vaso de leche y un sándwich de jamón y queso?", le comentó a través del aparato telefónico. "Señor, sería conveniente que usted también comenzará a hacer cosas por sí mismo, al igual que le ha comentado a los chicos. Suba a la cocina y prepáreselo. Le espero allí".
Batman no daba crédito a lo que acababa de oír. ¿En serio tenía la osadía de contestarle de esa forma? Tratando de calmarse, pasó el dedo índice de su mano derecha por la mesa del escritorio. Tenía polvo, y aquello era algo que le sacaba de quicio. No soportaba esas cosas. "Está bien, me lo prepararé, pero a ver cómo me explicas toda esta suciedad", meditó. Tras levantarse de la silla tomó rumbo al ascensor que daba acceso a la Mansión Wayne. Pero antes de ello se despojó del traje para ponerse una bata que le había regalado por navidad una de las organizaciones benéficas a la cual daba algún que otro monto de dinero.
Al llegar a la cocina le vino el recuerdo de Vicki. En los días que estuvieron saliendo le insistía en que comieran allí con tal de que se familiarizara con la vida de la gente común. E insistía continuamente en ello. En su opinión, ademas de no saber muchas veces si hablaba con Bruce o Batman, estaba completamente alejado de la realidad. Incluso por mucho que anduviera por los barrios más pobres de Gotham. Y para ello le leía durante horas sus reportajes sobre aquellos lugares. Esto lo acompañaba obligándole a ir con ella bajo la apariencia de Bruce, aunque fueran disfrazados. Por desgracia, la relación no cuajó. "Nunca eres tú; el personaje te está devorando", le señaló en más de una ocasión. A día de hoy, todavía no comprendía lo que significaban aquellas palabras. La dejó ir. No hubo dolor ni resentimiento. Confiaba en que no delatara quién estaba bajo la mascara del Murciélago.
Y no lo traicionó. Nunca lo hizo. Sabía que él controlaba sus movimientos a la par que ella hacía lo mismo. Fue un acuerdo no escrito. Ni mucho menos hablado. Fue por la seguridad de ambos. Vicki no volvió a realizar artículos sobre Batman. Él no sabía si lo que había sentido por ella durante ese tiempo era amor. De los sentimientos de ella no dudó. Ni dudaba entonces. Aunque ahora, ya estando en la cocina, su familiar perfume regresó. Estaba de pie en mitad de la estancia en compañía de Alfred mientras este sonreía con una sonrisa picarona. Era algo que sólo hacía cuando la satisfacción se adueñaba de él al momento de saber que le había cogido por sorpresa. "He vuelto a la ciudad por un par de días y necesitaba verte", le dijo nada más entrar. Y lo hizo tranquila y en voz baja, pero sin mirarle a los ojos.
"Imagino por qué vienes; el último reportaje de Alex os ha creado algún que otro problema. Sobre todo por las fotografías que sacaste", le dijo en un tono grave. "Habéis tenido que regresar por el peligro que corréis". Vicki siguió sin mirarle a la cara. "Hay algo más", expresó al fin después de guardar silencio.
- Os han robado unos discos duros que podrían delatar la relación que hemos tenido. Además de desenmascarar mi identidad. Sería un proceso largo y muy complicado, pero podría darse el caso.
- ¿Cómo lo sabes?
Guardó silencio. Metió la mano en uno de los bolsillos de la bata y le entregó unos pequeños pendrives. "Todo el contenido que había en ellos está ahí; los discos se quedarán bajo mi resguardo, pero nada de vuestro trabajo correrá peligro. Ni vosotros ni yo".
- ¿Qué va a pasar ahora?
- Iba a cenar. Alfred me ha obligado a hacérmela. Así que, si quieres, y tienes un poco de paciencia, estás invitada.
Entonces, intervino el mayordomo. "No hace falta que le de tantas explicaciones, Señor. La haré yo mismo. Tendrán que ponerse al día. Vayan y den una vuelta por la mansión. Mejor aún, háganlo por el jardín, si gustan".
- Me parece una buena idea -, expresó Vicki.
- Vayan, pero de la limpieza de su despacho en la BartCueva habrá de encargarse usted, Señor.
- ¿Cómo?
- Considérelo una especie de trato. Ahora den un paseo. Les vendrá bien.
Bruce fue a decir algo, pero Alfred le frenó en seco con una simple mirada. Tras esto, salió de la estancia en compañía de Vicky. El anciano quedó allí entre los utensilios de cocina mientras los usaba con una delicadeza extrema. No era lo que más le gustaba de su oficio, pero le relajaba. Además, hacia tiempo que dejó de parecerle un trabajo como tal. No es que fuera el padre del joven Wayne, pero podría llegar a sentirse así. Por ello, y ante un incomprensible nerviosismo que no le dejaba estar tranquilo, encendió las pantallas que le permitían ver cualquier lugar de la mansión. Y así fue que notó que conversaban amigablemente, como si las fechas no hubieran pasado por ellos.
En estas, le pareció escuchar un delicado ruido detrás de él. Parecía que quisieran que notara su presencia. E intuyó quién podría ser. Por un momento pensó en coger el cuchillo, pero aquel arma no le serviría ante los reflejos de aquella persona. Por lo que dio media vuelta y miró directamente a los ojos de Selina. "¿Cuánto tiempo llevas aquí?", le preguntó.
- Lo suficiente como para escuchar la conversación y ver que todos los esfuerzos de Bruce han sido en balde. Una copia de los discos llegó a mis manos. ¿Quién fue? No lo sé. Y eso es lo que quiero averiguar. Esta situación no es buena para ninguno de nosotros. Ni siquiera para esa entrometida periodista.
- Sabes que no es así... tal vez demasiado curiosa... al igual que te sucede a tí; y eso puede matar al gato...
- No me digas. ¿Dónde están ahora mismo? Por lo que veo les puedes controlar tranquilamente.
- Llegarán enseguida. El Señor Wayne sabe que estás aquí. Siéntate, por favor. ¿Te apetece algo de picar mientras llegan?
- No hace falta, pero si tienes un poco de leche a mano...
- En la nevera de ahí... puedes servirte.
Sus gráciles movimientos lo dejaron anodadado. Incluso se sintió atraído por ella. Era increíble la forma en que iba acercándose al aparato. Lo abrió con una delicadeza inhumana, sin hacer ruido y con una excelsa suavidad. Sacó una botella y le señaló un vaso pretendiendo preguntarle si lo podía coger. Le hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Vertió el líquido y lo fue bebiendo en un trago denso e íntimo. Al acabar, pareció que fuera a lamerse el rostro, pero, en lugar de ello, se limpió con un poco del papel de cocina que había. "Gracias, la educación debe ser algo fundamental".
- Ya veo....
Mientras decía esto vio a través de las pantallas que la pareja estaba a punto de entrar en la cocina. "Espero que no hayáis tenido que esperarnos mucho", dijo Bruce nada más traspasar la puerta. Sonrió al comprobar que Selina estaba allí. Y acto seguido las presentó entre ellas. "Poco has tardado en venir, pensé que tardarías más en hacerlo", dijo. Sus cálculos habían vuelto a ser erróneos. ¿Que tenía aquella mujer que le hacía sentir tan inseguro? ¿Por qué esa sensación de que, en el fondo, ella tenía todo bajo su control?
- No soy yo la que te hace sentir inseguro. Es alguien más. Y nos tiene bajo vigilancia a todos.
Parecía haberse introducido en su mente. Que le había leído el pensamiento. Pero de ser así... ¿Quién podía ser aquel que mencionaba? ¿Y por qué no lo había detectado? ¡No había notado ningún indicio! Y aquello comenzaba a ponerle nervioso.
- De acuerdo. En caso de ser correcta tu premisa... ¿de quién estarías hablando?
- ¿No lo imaginas?
- No, ni siquiera el comisario Gordon tiene esa capacidad. Tiene su limite en Gotham. No puede trabajar fuera...
- Ya, pero podría colaborar con la policía de otras ciudades. Pasarse información, contratar a algún investigador privado... o hacerse con los servicios de El Espantapájaros...
- ¿Por qué iba a hacer eso último que dices?
- ¿No lo sabes? ¿No lo imaginas?
- No...
- Está atraído por tu fama. Por tu poder. Quizás desea quitarte del medio. Y qué mejor sistema que recurrir a un psicofarmacólogo que aproveche todos tus traumas. Tus miedos. Y tus tan sobrevaloradas fortalezas, como lo es tu cacareada capacidad de anticipación.
- ¿Sí? ¿Y cuándo podría haberme vertido sus gases?
- Tal vez no lo ha hecho. Quizás esté esperando el momento indicado... ¿Pero quién te dice que esto no es una de sus alucinaciones?
Esto lo dejó blanco. Esa posibilidad tampoco había pasado por su cabeza. Ni los intrincados algoritmos que usaba en tales procesos lo pronosticaron. ¿Podría ser otra de las consecuencias de los métodos del Espantapájaros? "Sí, podría ser", comentó Selina pareciendo volver a leerle la mente. "Pero... ¿cómo podrían tener semejante influencia? Gordon nunca habría imaginado tener semejante poder", meditó Bruce en voz alta.
- Podría haber alguien más poderoso detrás de ellos...
- ¿Quién? ¿El Pingüino? ¿Joker?
- Imposible. El primero no tiene tanto cerebro. Y el segundo es tu contraparte. No sois nada el uno sin el otro. No le interesa semejante escenario. No, ninguno de los dos está detrás...
- ¿Quién, entonces? ¿Alfred?
Este comenzó a reírse. "Estás bastante perdido", dijo dulcemente. "El que menos te lo esperas. Y tal vez esté aquí mismo. ¿No es así, Vicki? ¿No eres tú la más beneficiada de todo esto?". Esta expresó una sonrisa maléfica. Bruce, o Batman, nunca había visto nada igual. "Bueno, no soy Lois Lane, pero no estáis mal encaminados".
- De acuerdo. Entonces sólo eres la pieza más cercana en los planes de Alex -, concluyó el Caballero Oscuro.
- Sí, estás en lo cierto.
- ¿Y dónde está ahora?
- No lo sé. Pregúntaselo al Espantapájaros.
Entonces, su rostro cubierto por una vieja bolsa de tela salió de entre las sombras. "No eres el único que sabe usarlas, pequeño aprendiz en recurrir a los miedos". Fue avanzando poco a poco hasta llegar a la altura de Vicki y la agarró por la cintura. Selina, ya sin poder contener toda la rabia que guardaba en su interior, se abalanzó sobre ellos. Pero la primera la recibió con un golpe del que ni siquiera pudo percibir el más mínimo gesto. "Increíble", murmuró mientras saboreaba la sangre que vertía su boca estando tendida en el suelo.
En ese momento, El Espantapájaros fue acercándose a un Bruce pretendiendo estar bajo la figura de Batman. Suspiró, y le roció con uno de sus conocidos gases. "Es hora de ir a dormir; dentro de poco podremos hablar largo y tendido. Has de saber cuál va a ser tu papel en todo este rompecabezas". Poco a poco, fue perdiendo la consciencia en medio de un placentero cosquilleo que recorría su cuerpo.
Cuando despertó tenía la cabeza embotada. No sabía dónde estaba. Pero, finalmente, reconoció las habitaciones de uno de los hospitales que su padre había construido a través de la Fundación que dependía de su empresa. Al ir aclarándosele la vista, notó que este y su madre estaban en la esquina izquierda de la camilla en la que estaba tumbado. "Por fin despiertas, nos has dado un susto tremendo". Prestó un poco más de atención. Volvía a tener 10 años. ¿Qué era lo que había pasado? "Estamos muy orgullosos de ti, hijo", dijo el primero.
- ¿Por qué? ¿Qué es lo que he hecho?
- ¿No te acuerdas de la salida del teatro? ¿Del tipo que trató de robarnos? Te abalanzaste sobre él cuando trató de dispararle a tu madre. El disparo lo recibiste de lleno. El ruido hizo que los de seguridad viniesen y lo detuvieran. Has estado un mes completamente sedado.
Alzó sus manos con tal de contemplarlas mejor. Pero el dolor que le provocaban las vías que tenía puestas lo impidió. "¿Qué ha sido de él? ¿Cómo se llama?", esto lo dijo con mucho esfuerzo. Recordaba algo, pero esos retales de memoria fueron desapareciendo sin darse cuenta. "Napier, Jack Napier", soltó su madre mientras las lágrimas le surcaban el rostro.
- ¿Qué ha sido de él?
Su padre miró al infinito que había tras la ventana que tenía aquel cuarto. "Murió hace cinco días; lo apalearon en la cárcel", reveló. Su madre levantó la vista y lo fulminó con la mirada. "¿Qué estás diciendo? ¿Qué has hecho?", bramó llena de ira. "Nada, yo no he hecho nada que vaya más allá que el poder aprovechar lo que nuestra posición social nos otorga", susurró. "Maldito desgraciado, deja de meter al niño en tu mierda... no tienes corazón aunque lo trates de disimular con obras de buena caridad... ¡Desgraciado!".
- ¿Qué querías? ¿Que el niño muriera y que el asunto se quedara sin más?
- ¡Pero qué más te da! ¡Si no tienes sentimientos! ¡Eres un psicópata diagnosticado!
- Pensé que encontrarías calma y paz...
- ¡Qué vas a saber tú de eso!
Tocaron a la puerta y un silencio sepulcral ocupó el espacio de la habitación. Un enfermero hizo acto de presencia. Sin decir nada, sin dirigir la mirada a sus padres, fue hacia el joven Bruce. Puso la mano sobre su frente pretendiendo saber si tenía fiebre. Sus progenitores parecían dos estatuas griegas carentes de vida aunque todos los rasgos de su fisionomía resultaran palpables hasta en el más mínimo detalle y centímetro. "¿Sabes quién soy?", le preguntó el galeno. He ahí que lo reconoció. ¡Era el propio Espantapájaros!
- ¡Cerdo! ¡Cabrón! ¡Asqueroso! ¿Qué estás haciendo?
- Nada... ¿no reconoces la habitación? Tú mismo propiciaste su construcción. Es una de las que hay en el manicomio de Arkham.
Recordó. Hacía tiempo atrás había puesto dinero en su edificación. Mucho antes de que se le ocurriera aquella obra de teatro sobre un héroe que aparentaba ser un murciélago en las noches tomando ventaja de los terrores que la noche producía en los villanos. En aquellos que no permitían que el orden imperase en la ciudad. "¿¡Qué hago aquí!?", gritó enloquecido.
"Dr. J. Cane". Eso ponía en la chapa identificativa del facultativo. Y mientras los alaridos de Wayne traspasaban cada pared del edificio fue sacando lentamente una aguja metálica que tenía guardada en uno de los bolsillos de su bata. Y esta estaba en el interior de un estuche que fue abriendo con mucha paciencia. El sonido de la cremallera le taladró los oídos. "Respira tranquilo. Esto es un sedante que te ayudará a descansar", le susurró al oído. "Esta noche podrás dormir, y mañana hablaremos... si es que tus ataques psicóticos te dejan... llevamos posponiendo esa charla más de cinco años"...
- ¿Qué pasó? ¿Por qué estoy aquí?
- ¿No te acuerdas?
- No...
- Asesinaste a tu mayordomo, a Alfred...
- ¿Que yo hice qué?
Cane volvió a guardar silencio. Suspiró y le acarició el rostro tratando de trasmitirle dulzura y comprensión...
- Durante todo este tiempo te lo he explicado noche tras noche, todas las tardes, cada día...
- ¿Y que va a pasar mañana?
- Nada. Repetiremos el círculo y podrás dormir en paz...
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