La humanidad que buscaba Robocop
Decía que le hacía sentirse humano. Que había conseguido reencontrarse consigo mismo. Que podía sentirse en paz pese al atroz método con que la alcanzó. Aun así, Lewis no estaba segura de ello. La depresión hacía mella en ella al verle acaparar potitos y luego calentarlos en el microondas mientras afirmaba que de esa forma lograba sentirse útil. Había decidido dejar de lado los intrincados mecanismos que le alimentaban a través de una sonda que llegaba directamente a su estómago.
Pero estaba sentado en aquel frío figurante de trono que le ataba a una tecnología hasta hace poco inimaginable. Y lo hacía mientras ponía en bucle imágenes de sus recuerdos. De su vida en familia. De su esposa e hijo antes de que la rehicieran dejando atrás la que tuvieron en común. Y siempre que llevaba a cabo esa acción, aunque la llamara "terapia de choque", le veía apesadumbrado. Gris. Cabizbajo. Alex parecía dejarse llevar en caída libre hacia un pozo que sólo abandonaba en cuanto sonaba la alarma y tenían que salir directos a alguna misión.
Aunque, dentro de lo que cabe, aquel día lo notaba diferente. Sin portar la mascara alcanzaba a vislumbrar una sombra que eliminaba sus rasgos artificiales. No había nada en él que le recordara a una máquina. Se preguntaba si de verdad ahí estaba la misma persona que una vez conoció. Aquella por la que estuvo a punto de dejarlo todo y empujarle a que la siguiera. Pero se contuvo. Y entonces sucedió el fatal encuentro con Clarence y sus hombres. Después, el desastre. Una infernal lucha por superar su aparente muerte. Un duelo tremendo por no ver a su destrozada familia. Una lucha sin cuartel por hacerle emerger en cuanto descubrió quién estaba bajo los kilos y kilos de metal.
Y aunque no sabía por qué, el brillo de este le atrajo irremediablemente. Sintió la necesidad de comprobar si emanaba calor. De desechar la idea de que era un simple material inerte y sin vida. Quería comprobar si en realidad disponía de ella. Se fue acercando a él poco a poco. Alex presentaba un gesto fantasmal. No mostraba signo alguno ante lo que estaba contemplando. Lewis le acarició el rostro con dulzura y fue bajando hasta alcanzar aquella antinatural casaca. No le gustó su tacto. Tanto esta como su cara eran espectrales. Aunque optó por seguir hasta alcanzar la zona en la que se localizaba su corazón. Percibió sus palpitaciones. Eran fuertes y constantes. Pero nunca antes había notado algo parecido. Eran demasiado regulares. Tenía que ser obra del marcapasos.
Tras esto, decidió sentarse encima de él. Le besó dulcemente en los labios. Pero este no reaccionó. Se llevó las manos a la camisa y desabrochó sus cuatro primeros botones dejando ver un busto firme cubierto por un sujetador negro. Soltó el enganche que había en la parte delantera y dejó que fuera deslizándose hasta mostrar sus duros pezones rosados. Se los llevó al rostro. Pero no hubo gesto alguno en él. Volvió a besarle. Y aunque siguió impertérrito, ella comenzó a mover sus caderas en un ritmo que fue de menos a más hasta alcanzar el orgasmo. Se abalanzó sobre él y le abrazó. "¿Por qué? ¿Por qué?", le susurró al oído.
- Hubiera pasado lo mismo si todavía fuera normal. No le des más vueltas. Esa parte de mi humanidad desapareció hace tiempo.
Aquello hizo que se quedara sin aliento. No esperaba respuesta semejante. "Tampoco puedo hacer nada por aliviarte. No podría controlar la fuerza que tengo. Sólo conseguiría lastimarte".
- ¿Entonces qué va a ser de tí? ¿Vas a estar encerrado toda la vida en esta lata de sardinas?
Alex le miró a los ojos. Y por primera vez en aquel día pudo atisbar a la persona que una vez conoció. Sobre todo su comprensión y dulzura. "Sí, estaré así hasta que mi vida útil ya no de más de sí". Entonces, una lágrima surcó su rostro hasta alcanzar su mentón. Una vez allí, Lewis la besó aspirándola con tal de saborearla.
- Es de verdad. No me lo puedo creer. ¿Cómo te han hecho esto? Estás preso en el mismo sistema que has jurado defender. Eres un esclavo de él. Tus emociones están atadas y sólo puedes consolarte viendo recuerdos.
- Sí, encima son programados. Tengo que desbloquear más todavía. Hay muchos en el archivo. Pero tendré que ir haciéndolo poco a poco. No es una tarea fácil. Hicieron un gran trabajo tratando de borrar todo mi pasado.
- ¿Cuánta humanidad te queda?
- No lo sé. Quizás más de lo que creía. Pero al mismo tiempo tengo una sensación de vacío que parece imposible de rellenar. Puede que con el paso del tiempo pueda recomponer todas las piezas.
- ¿Qué harás con tu familia? Tienen que saber de tu situación.
- No, eso jamás. No pueden saberlo. ¡Nunca! Aunque intuyo que mi hijo sospecha algo. Entre lo que ve por la tele y las pocas veces que de lejos me ha visto...
- ¿Que has hecho qué?
- Sólo aproveche un par de misiones que estaban en los alrededores del lugar en el que viven. No me acercaré más. Puedo conocer sus vidas a partir de los informes de la OCP.
Lewis se quedó atónita. ¿Por qué no le había dicho nada? ¿Y qué misiones habían sido? Eran compañeros. Se apoyaban el uno al otro. No podían ir solos. Cogió aire y lo contuvo en sus pulmones con tal de que se le pasara la rabia que iba apoderándose de ella. Cuando se calmó volvió a abrocharse el sujetador y la camisa. De nuevo, le besó en los labios.
- Prométeme que no lo volverás a hacer. Y que no irás a una misión sin mí. ¡Prométemelo!
- No puedo hacerlo. Sabes que no puedo. No está dentro de mis directrices. Aunque sí que tengo el deber de atenerme a unas normas. Sólo tendría que reactivar esa función. En sí, y aunque suene bastante protocolario, sería como hacerte una promesa.
- ¿Y a qué esperas? ¡Hazlo!
Los ojos de Alex se pusieron en blanco durante unos cinco segundos. Aquel breve proceso estaba en marcha. "Creo que tengo más humanidad de la que creía. Lo hago porque me lo has pedido".
- Déjate de tonterías. Si quieres hacerlo por alguien hazlo por tí. Ya va siendo hora de que empieces a ser un poco egoísta. Eso era lo único que me sacaba de quicio. Siempre estás pensando en los demás y te abandonas por completo. Ni siquiera con lo que te han convertido han podido eliminar eso. Es algo esencial en tu carácter. Pero ya es hora de que empieces a mirar tu propio obligo. Aunque esté bajo este montón de chatarra.
De nuevo, las lágrimas surcaron el rostro de Alex. "No hay ombligo, Lewis. Esa parte desapareció hace mucho tiempo".
- ¡Es una jodida metáfora, ostias! ¿Qué te pasa? ¿Has perdido la capacidad de entender el sarcasmo bajo esa maldita lógica computacional que te arrastra día tras día?
- Sí, en ciertos aspectos... así es. Por eso tengo que ir desbloqueando mi humanidad sacando los recuerdos archivados. Es la única forma. Aunque esté sujeto a este envoltorio de metal.
Lewis se levantó de encima de él y le besó en la frente. "Haz lo que creas conveniente, pero tienes que dejar de encerrarte en el pasado... vives en un bucle que únicamente se rompe cuando nos reclaman"...
- Sí, lo sé. Y ahora mismo eso es lo que está pasando.
- ¿Cómo lo sabes?
- La señal me llega directamente. En nada te sonará el busca.
Y así fue. Lewis se quedó blanca. "¿Dónde tenemos que ir?", le preguntó.
- Está cerca de aquí. Mientras nos dirigimos iré explicándote el plan de acción.
Se levantó de aquella especie de trono y fue caminando poco a poco hacia la salida de la estancia. Sus movimientos eran bruscos, antinaturales. Pero irradiaba algo mágico. Entonces, frenó en secó y giró la cabeza con tal de mirarla. Allí apareció aquella sonrisa que hace tanto tiempo atrás la había vuelto loca. La misma que le hizo maldecir el hecho de que estuviera casado. La que le decía que por mucho que lo intentara no iba a abandonar a los que quería. "¿Vienes?", preguntó con una dulce mirada que hizo que el corazón se le derritiera.
Pero al mismo tiempo la puso en alerta. Ya la había visto antes. Y fue justo cuando Clarence y sus secuaces le hicieron la encerrona que desencadenó todo lo que vendría después. Armándose de valor, le preguntó si estaba teniendo una corazonada que le advertía del peligro.
- Sí, podríamos decirlo así. Si siguiera siendo el mismo Alex de antaño así te lo diría. Pero es por la nefasta estadística de éxito que nos da el programa. Nuestra precaución ha de ser máxima. Tenemos que seguir al pié de la letra todo el protocolo.
- Bien, ¿y a qué estamos esperando? ¿Salimos o no?
- Vamos, pongámonos en marcha.
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