En medio del cantar de los pájaros

26/VI/2020

expertoanimal.com

Le despertó el piar de los pájaros. Una blanca neblina provocada por la luz que entraba desde la ventana con las cortinas abiertas molestaba a sus entumecidos ojos mientras estiraba su cuerpo y, después, miraba el techo de la estancia intentando cerciorarse de que su presencia allí no fuera un sueño.

Se levantó poco a poco y quedó sentado en el marco derecho de la cama, ese que estaba al lado de la ventana. Se llevó las manos a la cabeza y se frotó esta misma. También la cara para desperezarse. Trastabilló un poco al levantarse. Le dolía todo el cuerpo. El esfuerzo hecho durante esos primeros días de libertad le indicaba que quedaba todavía tiempo hasta el momento en que se acostumbrara a sus nuevas circunstancias.

Abrió la ventana y notó el ambiente perfumado de la naturaleza. El Sol amanecía a lo lejos. Las finas nubes se posaban sobre la tierra y el rocío en aquellas horas se podía oler. Fue a la cocina y calentó en la pequeña cocina un poco de café. Comió una pequeña manzana; era de color verde y su sabor tenía un contraste perfecto entre lo dulce y agrio. Se sirvió la bebida en una taza de cerámica y salió con él al pórtico.

Ya allí, se encendió un cigarro. Dio un sorbo a la bebida después de encenderlo. Tosió un poco con la primera calada, pero se le paso rápido. El cuerpo se le calentó rápido. Sintió un pequeño escalofrío justo en el momento que notaba una pequeña ráfaga de viento. Era fría. Pero no lo suficiente como para paralizar su cuerpo.

No estaba pensando en nada. Y aquello resultaba insólito. Parecía que su mente también estuviera disfrutando de aquel instante. Su cuerpo y mente debían estar atravesando un momento único de simbiosis. Relajados los dos, sólo observaban y se deleitaban con todo lo que a su alrededor había. Se volvió a estirar. Notó la forma en la que sus articulaciones crujían un poco y se despertaban al fin. A su mente le faltaba un poco, así que se acabó el café y se sirvió otro.

Lo dejó en la mesita que había en la cocina y se fue al baño. Se metió en aquella pequeña ducha. El agua caliente le relajó los músculos, tal vez demasiado. Por eso mismo acabó ese momento con agua fría. Cuando salió se miró en el espejo. No había vaho, ya que había dejado la ventanita abierta con tal propósito. Sí, aquel era su rostro. El elemento que le identificaba ante los demás. Su forma de reconocerlo.

Pero lo que había detrás de aquellos dos ojos, su mente, esa que pensaba libremente y por la que había estado encerrado durante tanto tiempo, eso era lo que realmente era. Un ser libre y pensante que había encontrado la libertad estando encerrado y había sido salvado por esa misma a la que le acusaban de su encierro. Ella había sido la promotora de su independencia mental por mucho que la acusaran de estar dañada. Y así podría ser. Pero su libertad fue la que le hizo a él libre estando encerrado.



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