CUANDO LOS TAMBORES DE GUERRA ESTÁN INTERIORIZADOS
Los Tambores de la Guerra
hace mucho tiempo
que pasaron a ser
himnos de verano
sumergiendo al orden
establecido en natural.
Pocos, por no decir menos,
son los rostros que se muestran
sonrojados, aturdidos
o cargados con la pena.
Y muchos más, demasiados,
están contentos al bailar
en sonatas cuyos ritmos
evaden de la realidad.
No son necesarias drogas
pues cumplen su función.
Nos dejan ausentes
ignorando aquello
habido en los frentes.
¿Para qué queremos drogas?
No, no estamos abogando
por ellas, y aunque parezca
que así podría ser (y estemos
de su legalización pendientes)
¿para qué queremos drogas?
¿Les parece un sinsentido?
¿Podrían nombrar esas guerras
que tiene que haber vivido
y que fueron dejando inhertes
porque no se dieron cuenta?
Vaya a misa, récele a Dios
y del culebrón disfrute
con un concurso por medio.
Pero, sobre todo,
haga callar, haga callar
lo que no pretende escuchar.
Venga, haga el Silencio.
Vuélvase su dueño.
Díganos que trajo la Paz
y que con ella la harmonía.
Venga, venga: hágalo.
Qué fácil es el remedio
cuando se basa en el distraer
y crear un velo con ritmo.
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