Un viaje en dos semanas


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Eran pocas. Pero había gente que andaba por la calle. Él las miraba, cigarro en mano, desde una de las ventanas de su casa. Iba con el torso desnudo. Y eso a pesar del frío que hacía en el interior de esta. La radio acababa de informar de que la temperatura ambiente era de 0 grados. Y simplemente llevaba un pantalón de chandal y unas zapatillas de andar por casa. Cambió de emisora y comenzó a sonar música.

Se puso un café y encendió otro cigarrillo después de apagar el que estaba fumando. Hizo lo mismo con el nuevo al percatarse de ello. Dio un trago a la bebida y continuó mirando la calle. El frío hacía estremecer su cuerpo y le provocaba un exquisito placer. Comenzó a sentir una erección, pero la ignoró y encendió su ordenador con el propósito de mirar el correo electrónico. No había nada nuevo.

Se recostó hacia atrás en la silla de trabajo y se llevó las manos a la cabeza. Se estiró. Encendió de nuevo el cigarro y dio un sorbo al café. Pensó en ducharse, pero justo en ese instante llamaron a la puerta. Ignoró la llamada hasta que el timbre volvió a sonar. Al mirar por la mirilla observó que se trataba de su editora. Había olvidado completamente que habían quedado esa misma mañana. Abrió la puerta y esta pasó al interior de la casa impregnando con su perfume la estancia. De nuevo, trató de ignorar la erección que sentía.

A simple vista no parecía atractiva, pero irradió un magnetismo brutal en cuanto posó su mirada sobre él. Ella fue directa a la mesita en la estaba el paquete de cigarrillos. Cogió uno y lo encendió. Mientras exhalaba el humo le observó atentamente de arriba abajo mientras cruzaba los brazos. La larga falda que llevaba dejaba atisbar la silueta de sus piernas. Parecían definidas y fuertes. Volvió a dar otra calada.

- Por lo menos te has puesto una sudadera antes de abrirme la puerta. Si te la quito tendrías una buena escena que describir en tu próxima novela.

- En estos momentos no me apetece escribir ninguna. Te dije que me dieras 6 meses y después hablaríamos. ¿Qué haces aquí?

Otra calada. Se quitó el abrigo y apareció un jersey oscuro de cuello alto. Su figura traslucía dejando discernir la silueta de sus pechos. En aquel momento, los 51 años que tenía le parecieron algo verdaderamente exquisito. Era su mirada, sus labios, la forma de su redondeado mentón. Esa seguridad en sí misma. Siempre había pensado que una persona así nunca estaría a su alcance. Y que ella lo sabía, y que disfrutaba haciéndole sufrir de aquella manera.

- ¿Puedo? -, le dijo después de sentarse en su silla de trabajo. Lo hizo sin adornos, fijando su mirada en él y cruzando las piernas a la par que dejaba que se oyera el sonido que producía el rozar de sus medias con ese movimiento.

- ¿Quieres un café?

- ¿Me dejas quitarte la sudadera?

La miró fijamente. Su metro sesenta de estatura reflejaba autoridad. Sus uñas, pintadas de un rojo carmesí, contrastaban con el blanco del papel del cigarro que estaba fumando. Fue a la cocina y sirvió el café en una taza metálica. No hacía falta calentarlo. Se lo ofreció solo y sin azúcar. Solía tomarlo así.

Él también encendió un cigarro.

- ¿Qué es eso tan importante que me tenías que contar?

Esta pregunta se la hizo mirando de nuevo por la ventana. La gente paseaba.

Escuchó que se levantaba y que daba una calada. Se acercó a él y le pasó las manos por la cintura hasta llegar a la zona de su ombligo. Acerco su cuerpo. Podía sentir sus pezones en su espalda a través del sujetador. Pasó el dedo índice de su mano derecha sobre la goma del pantalón.

- ¿Quieres que te quite la sudadera?-, le volvió a repetir.

Se dio la vuelta. Observó sus labios. Eran carnosos, pero finos. La agarró de la cintura y notó el calor que irradiaba su sexo, incluso a través de las prendas de vestir. Mientras se miraban a los ojos apretaron sus cuerpos y él dejó escapar la erección. La besó en la frente, en la barbilla. Despacio, y tímidamente, hizo lo mismo en sus labios. La soltó. Fue a la otra esquina y dio un trago al café. Puso un poco más alta la música.

- Esto es lo que quieres. Y que luego describa la escena en mi próximo libro. Tendrás que esperar seis meses. Te lo dije.

- Tengo una reunión en dos horas. Hablaremos de tu próximo libro.

- Mañana me voy dos semanas fuera. Necesito aislarme y desconectar. Lo mejor será que hablemos cuando vuelva.

Ella dio una última calada al cigarrillo antes de apagarlo. Dio un sorbo al café. Se podía ver el vaho que emanaba de él. Lo miraba fijamente. Se mordió el labio inferior.

- Siempre tan evasivo. ¿Puedo usar el baño?

- Sí, por supuesto. Adelante.

Se quedó solo en la cocina. Esta conectaba con la entrada y la pequeña sala de estar que usaba a modo de escritorio. Los libros estaban apilados en el suelo y la mesa con el ordenador estaba en el centro de ella. Cogió su café y volvió a mirar por la ventana después de bajar un poco el volumen de la radio. La gente seguía paseando. Entraban en la cafetería de la esquina o en el pequeño supermercado que había al lado de esta. Un gato marrón cruzó corriendo la calle. Se le escapó una pequeña sonrisa.

Se oyó el ruido de la cisterna y el correr del agua después de accionar el grifo. Salió con las medias oscuras colgando de su mano derecha. Dio un sorbo a su café y las dejó sobre la silla de trabajo. Miró los libros.

- Siempre tan desordenado. Pero parece que sientes paz al estar rodeado de ellos. ¿De qué irá el próximo libro?

- No lo sé todavía. ¿En serio quieres que recree esta escena?

- No necesariamente.

Siguió mirando los libros. Se acercó a ella y le señaló un viejo manuscrito. Era su primer diario. "¿Quieres leerlo?".

- No, no necesariamente.

Se rieron de la pequeña burla. Se sentó mientras ella miraba los libros tirados en el suelo, apilados en forma de columna, o en las cuatro maltrechas baldas que los guardaban. Se acercó a él y se puso en frente suyo. Se levantó la falda. Lo justo con tal de poder sentarse encima y dejar que notara el calor que emanaba. Apretó un poco y comenzó a hacer unos movimientos circulares mientras sus brazos rodeaban su cuello.

- No te quites nada. ¿Dónde irás?

Él le agarró de la cintura e hizo que se moviera con más fuerza. La besó en los labios. Un beso suave y dulce. Le pidió que se quitará de encima mientras sus manos recorrían sus piernas a través del interior de sus falda y llegaba a sus caderas. Ahora apretó él con fuerza las suyas haciendo que sus sexos rozaran nuevamente. Le volvió a pedir que se bajara. Se bajó y se miraron frente a frente.

- A la montaña. He alquilado una pequeña casa. Tiene todo lo necesario para subsistir estas dos semanas. Madera, comida,... Está alejada del mundo. Es lo que necesito.

- Está bien. Hablaremos dentro de dos semanas. ¿Podrías replantearte el acortar el plazo de 6 meses?

- No, eso es innegociable.

- Bien.

Se acercó otra vez a él. "Dos semanas, 6 meses... y ahora mismo dos horas por delante..." Mientras decía esto estiró su mano derecha y la introdujo en su pantalón. Acarició su glande y él se estremeció de placer. "Siempre me has tenido más cerca de lo que creías", le susurró al oído mientras comenzaba a masturbarle dulcemente y acariciaba sus muslos. Le soltó y dio un paso atrás.

- ¿Te quitarás la sudadera?

- ¿No me la ibas a quitar tú?

Se acercó otra vez y le dió la espalda. "Desabrocha la cremallera". Lo hizo suave. "Sin miedo, no se va a romper". Poco a poco fue apareciendo la figura de sus muslos. Eran duros, gruesos, propios de su edad. La ropa interior morada se presentó. Se dió la vuelta y pasó nuevamente sus brazos por su cuello. El acarició su vagina a través de la tela. La apartó y lo hizo con sus labios primero hasta llegar al clítoris. Su rostro se iba enrojeciendo mientras le miraba a los ojos. Introdujo sus dedos. Calor y humedad. Cogió aire tras llegar al clímax. Lo hizo apoyándose sobre sus hombros a la par que volvía a masturbarle y acercaba sus labios sin llegar a besarle. Exclamó de placer al correrse.

- ¿Me puedo servir otro café?

- Adelante, - le contestó mientras encendía un cigarro y se lo ofrecía. Lo aceptó y le preguntó si él también quería café. "De acuerdo". Dio una calada al cigarrillo y se lo devolvió. La observaba. Su semidesnuda cadera parecía brillar con el reflejo de la luz mientras se servía la bebida. Se dió la vuelta. Observó la parte inferior de su cuerpo. Se cruzó de piernas. "¿Me das otra calada?". Le pasó el cigarrillo.

Se puso a mirar por la ventana, exactamente igual a como él lo solía hacer. "¿Te sueles preguntar qué piensa la gente que pasa por aquí?". Aquello le sorprendió, pero sí, su respuesta fue afirmativa. Le miró. "¿Crees que nos ven?". No, o eso creía. No se podía ver el interior de la casa desde la calle. Le volvió a pasar el cigarrillo y se quitó las bragas. El fino vello púbico era oscuro y mostraba una atractiva forma triangular. Él hizo lo mismo con sus pantalones. "Estoy esperando a que me quites la sudadera". Ella se rió.

- ¿Qué vas a hacer durante esas dos semanas?

- Ya te lo he dicho. Aislarme, encontrarme a mí mismo. Tal vez me viene alguna idea.

- ¿Escribirás?

- No hasta dentro de 6 meses.

Se volvió a morder el labio inferior. "No entiendo esa obsesión con volver a la naturaleza. Con lo que ha costado levantar las ciudades".

- Tal vez es por la sensación antinatural que me inspiran.

- ¿Te quedarías allí a vivir?

- No lo creo. Por ahora simplemente es la necesidad de estar en contacto con ella

- ¿Igual que hace un instante?

Meditó la respuesta. "Sí, aunque todavía no me has dicho qué haces aquí".

- ¿No lo sabes? Reencontrarme con la naturaleza

Silencio. Dio otro sorbo al café. Le acarició el pene. "Un reencuentro con la naturaleza humana". Cogió su mano y la llevo a su sexo. Estaba húmedo. "Pura naturaleza, ni más ni menos". Por primera vez se besaron apasionadamente. Fue un beso duro, cargado de ardor. Su pene erecto rozaba su vagina mientras le agarraba los muslos con fuerza. Ella introdujo su mano derecha en la sudadera y le pellizco el pezón izquierdo. Gimió de placer mientras aquella cadera empezaba moverse marcando el ritmo. "Naturaleza humana, eso he venido a buscar. Ya te lo he dicho. Siempre me tuviste más cerca de lo que pensabas".

Fueron a la habitación. La cama siempre le había dado una sensación de vacío por su enorme tamaño. "Siéntate", le dijo. Se sentó. Se puso delante de él. Podía sentir la fragancia que irradiaba su sexo. Se abrazó a sus caderas y la besó justo encima del vello mientras ella le agarraba de la cabeza atrayéndole hacia sí. "Deja que la historia fluya igual que si fueran las teclas de tu ordenador".

Levantó la mirada. ¿Qué había dicho? Volvió a besar en el mismo lugar y comenzó a bajar lentamente a medida que iba saboreando el sudor que empapaba esa zona. "Un poco, nada más. Ya habrá tiempo a hacerlo más profundamente", susurró ella. Sus labios estaban hinchados y húmedos. Pasó dulcemente la lengua sobre ellos y se dirigió a su clítoris. Le apartó la cabeza. "Este poco, nada más". Se sentó encima de él e hizo que su pene se adentrara en ella. Gimió de placer y le besó profundamente. Le tumbó en la cama poniéndole encima suyo.

Él empujaba con fuerza, siguiendo el ritmo de las caderas de ella. Cada vez más fuerte, cada vez más rápido. Ella llegó al clímax antes que él. Apretó sus músculos haciendo que muriese en ella. "Sigue, no pares". Y siguió. Siguió hasta que le frenó y se puso encima con un movimiento brusco. Empezó a moverse de arriba abajo mientras lo besaba. Se levantó y se echó hacia atrás. Sus movimientos eran rápidos y profundos. Entonces se apoyó sobre su pecho y los movimientos circulares le hicieron gritar todavía aún más fuerte. Justo entonces se volvió a inclinar sobre él indicándole que lo hiciera. La agarró por el hombro izquierdo y la cadera derecha. Cada vez quería más velocidad. Cuando llegó le besó y se volvió a levantar inclinándose hacia atrás. Él le agarraba de sus pechos intentando aguantar. "No, no aguantes. Suéltalo. Córrete". Y lo hizo. Lo hizo mientras ella volvía a apretar sus caderas y luego le besaba más fuerte que antes.

Se tumbó a su lado derecho. No dijeron nada mientras recuperaban aire. No se había quitado la parte superior de su vestimenta. Él, por contra, estaba completamente desnudo. Ahí se sentó sobre la cama y se quitó lo que le quedaba de ropa. Le pidió un cigarrillo.

- Están en la sala de estar. Puedes ir a coger uno.

- A veces me pregunto si la verdadera naturaleza humana brotará realmente después de estos momentos.

- ¿No es lo que viniste a buscar?

- Sí, pero todavía no la he encontrado completamente.

Se levantó. Cuando regresó lo hizo con el paquete de tabaco. Quedaba la mitad. "Tengo otro en el abrigo".

- ¿Y la reunión de luego?

- Me han mandado un mensaje. Se ha aplazado dos horas

- ¿La has aplazado tú?

- No.

Encendió un cigarro y se lo ofreció. Prendió otro para ella. Se sentó al lado suyo. "¿Te gusta más así o con la ropa puesta?"

- ¿Quieres que me ponga la sudadera?

Rieron. Se tumbaron hombro con hombro y acabaron los cigarrillos.

- No sé si podría escribir esto en la novela. Dicen que eso lo suelen hacer mejor las mujeres que las hombres.

- ¿Y eso?

- No somos capaces de ponernos en vuestro lugar.

- Entonces hazlo desde tu punto de vista.

Le acarició sus pechos desnudos. Sus pezones eran rosados y redondos. Fue bajando hasta llegar a su sexo. Ella le paró. Pero no apartó su mano. "Espera, quédate ahí". Dirigió su mano a su pene. Se lo acarició. "Espera, no hagas nada". Se quedaron así, en silencio, mirando el techo de la habitación.

Se recostó de lado y lo miró. "No iría a tu retiro por nada del mundo, ¿no preferirías uno así, pero en la ciudad?". Ahora se puso él de lado. "No. Esas dos semanas estarán dedicadas a mí. Cuando pase ese tiempo ya hablaremos". Comenzó a acariciar su clítoris mientras ella hacía lo mismo con su sexo. Jadeaban de placer. La besó y ella le pidió que entrara. "Rápido, sin miedo". Sus caderas volvieron a ejecutar un rítmico y frenético baile. Terminaron rápido. Se volvieron a mirar a los ojos.

- ¿Puedes otra vez?

Ella le besó. Puso su espalda contra él. Se levantaron. Mientras su pene acariciaba su vagina se besaban a la par que él hacía lo mismo con sus pechos y clitoris. Ella puso sus brazos alrededor de su cabeza. Se inclinó. Él pasó su dedo finamente sobre su columna vertebral haciéndola estremecer.

- Sí, me empujas a ello.

Sus caderas, moviéndose de nuevo a un ritmo ardiente, le llevaron a entrar sin hacer movimiento alguno. Simplemente sujetó sus caderas. Estás, después de un fuerte golpe hacia atrás, le hicieron venirse nuevamente. "No pares, sigue". Esto lo dijo entre sollozos de placer a la par que le señalaba cómo debía moverse. Él apretó con fuerza, una y otra vez. Siempre más rápido. "¡Más, más! ¡Así, así!". Los gemidos de ambos se mezclaban. Ninguno de los dos supo quién se vino más rápido. De nuevo, estaban tendidos sobre el colchón, hombro con hombro. Por primera vez, él habló. "Quiero más".

Ella volvió a mirarle. Se puso de cuclillas y puso su sexo enfrente de él. "Ahora sí, hasta el final". Lamió sus labios mientras ella empujaba su testa hacia su sexo. Lamió su clítoris, lo chupó, aspiró. Lo rozó con sus dientes. Ella se dio la vuelta y le hizo ponerse de lado. Agarró su pene y lamió su punta. Lo introdujo en su boca. No lo comió. Simplemente le hizo sentir el calor mientras le decía que no parase. "Más, más, sigue". Se vino. Y él saboreó todos esos flujos. No paró. Apretaba sus muslos e introdujo su dedo corazón. En ese momento ella comenzó a tragar su miembro. "¡Más, así!", gritaba mientras los dos estaban con los sexos de ambos en sus bocas. Él se corrió al aire y ella siguió masturbándole mientras él continuaba alimentándose. Se volvieron a correr.

Pararon. Ambos lamían los restos de aquel momento. Él se cambió de posición y la miró a los ojos. "¿Esta es la naturaleza que buscabas?". Ella también lo miraba.

- ¿Buscas más?

- Sí.

La besó y se puso encima de ella. No necesito de las manos a la hora de entrar. Su pene erecto entraba dulcemente. Empujó. Ella volvía a mover las caderas. Primero suave, luego con fuerza. Y cada vez más rápido, pero muy fuerte. Otra vez se vinieron. Se tumbó al lado de ella.

- Necesito ducharme

- Sabes que no te voy a acompañaré.

- Lo sé.

Se besaron y fue a la ducha. Él, completamente desnudo, cogió un cigarrillo y fue a la cocina. Puso otros dos cafés. Ella salió del baño. Estaba otra vez radiante. Su rostro no reflejaba nada de lo que había acabado de pasar. "Hablamos en dos semanas".

- Sí.

- ¿Realmente quieres hacerlo?

- Sí.

Se produjo un silencio. No era incómodo, pero ahí estaba. Cogió su abrigo y se lo puso. Él seguía desnudo. Se besaron, pero no se tocaron. "Dos semanas y hablamos".

- Sí, eso es.

- Dos semanas. Adiós.

- Hasta luego.

Salió por la puerta dejando la presencia de su perfume en la estancia. Se quedó ahí, preguntándose si aquello había pasado realmente. Miró sus maletas. A la mañana siguiente salía de viaje. Tenía dos semanas por delante. ¿De qué hablarían entonces? La historia ya la tenía planificada y, por supuesto, en ella incluiría lo que acababa de pasar. "Esto es un negocio, ¿a quién le importa lo que pueda transmitir un hombre o una mujer? ¿Qué importa lo que pueda reflejar cada uno?".

Cogió el teléfono y llamó a su acompañante. "¿Quieres pasar aquí la noche antes de salir?". La respuesta fue afirmativa. "Dame media hora".

Sonó el timbre. Una belleza de 30 años apareció al otro lado de la puerta. Le abrió. Ella entró y le besó apasionadamente. La cerraron. Se acariciaron el rostro.

- Dos semanas. - Dijo ella. - La quiero ahora mismo.

Le llevó a la silla de trabajo y le bajó los pantalones del chándal. En ese tiempo se había duchado. Y no llevaba la sudadera. Ella agarró su pene y comenzó a acariciarlo, de arriba a abajo, cada vez más rápido. "Dámelo". Se lo introdujo en la boca y se corrió. Ella aspiraba a la par que lamía su miembro.

Se bajó los pantalones. Dejó ver unas bragas negras que dejaban atisbar un sexo con el  vello púbico completamente rasurado. Se las quitó. "No hace falta que hagas nada". Se sentó encima de él y con la mano derecha puso su pene contra su vagina. "No sabes cuánto he estado esperando esto".

Empujó. Sus movimientos, lentos al principio, parecían disfrutar el momento. Después, estos aumentaron en su frenesí hasta que se vinieron los dos.

- Dámela otra vez.

Y comenzó a hacerle otra mamada.

"Sí", pensó él. "Dentro de dos semanas hablaremos".







































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