Pensó sobre su libertad

23/VI/2020

Era el primer día respirando aire después de estar enclaustrado en aquel edificio cuyos aposentos tenían las paredes acolchadas. Lo aspiró profundamente; hasta el punto de notar un poco de dolor en sus pulmones a consecuencia de la sobrecarga de contenido y la fuerza con que lo hizo.

"Libertad, vaya, así que esto es lo que llaman libertad". Miró atentamente a su alrededor. Estaba en una playa cualquiera. Y paseaba por su orilla mientras dejaba que la suave corriente que allí rompía le acariciara sus pies desnudos.

Estaba sudando. Esto era así debido al tiempo que había pasado encerrado en aquel lugar. Por mucho que pudiera hacer ejercicio, y cuando llegaba ese momento lo hacía con determinación y energía buscando soltar toda la adrenalina que tenía contenida, de aquellos ratos siempre intentaba sacar el máximo provecho.

Tenía la mente clara, despejada, sin ningún tipo de sensación que le hiciera sentir espeso. Todo aquel tiempo allí encerrado la había sentido así. El mantenerla libre de los agobios, preocupaciones y vericuetos había sido un gran alivio: veía todo de forma más clara desde la primera semana de los tres años que allí paso.

Y ahora que estaba allí, en aquella pequeña playa en la que el Sol estaba ocultándose, sentía que, incluso, su mente era más pura y libre de ataduras. Pensaba que sus pensamientos estaban mejor coordinados y con un engranaje engrasado a la perfección.

Se agachó un momento para recoger una pequeña concha que había sobre la arena. Esta la quitó con el agua de mar y contempló el destelló que emanaba de su parte morada cuando la luz del Sol le daba directamente. La miró fijamente.

"Y pensar que esta arena que estoy pisando está formada por minúsculos trocitos de conchas como esta. De majestuosas rocas erosionadas y pulidas a lo largo del tiempo. ¡Qué curiosas criaturas somos! Tanto tiempo soñando con este momento y cuando llega me doy cuenta de que esta placentera sensación no se parece ni remotamente a la forma en la que la había imaginado".

Siguió caminando mientras los pensamientos le iban rondando por la cabeza. Lo hacían de forma sosegada, concisa y ordenada. Sabía que, a pesar de haber estado estado encerrado durante tanto tiempo, había sido libre gracias a los vuelos de su imaginación. Por las pinturas que plasmaba gracias a ella. A las innumerables cartas que se había escrito a sí mismo y se explicaba no solo lo que discurría, también la forma en la que lo hacía y los secretos que guardaba ese proceso.

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