EL CASCABEL
Rechina el cascabel
que delata su posición.
Familiarizado con su timbre
camina paciente.
Mira siempre a su alrededor
pero no se ven presas posibles.
No se percata de que esa,
la bolita sonante bajo su cuello,
es causante de que se delate
el indicado lugar de su posición.
La frustración le atenaza.
Entonces regresa triste y cabizbajo.
Eso que le agasaja ve enfrente
y le sirve de consuelo en su condición.
Su gran deseo de libertad
se detiene poco a poco
ante esa cotidianidad.
Esa simple comodidad
que le confiere refugio
ante la dura tormenta.
Amanece el día en el que le quitan
el cascabel que cuelga bajo su cuello.
Prosigue con su rutina
y las presas por fin se dejan ver.
Algo dentro se mueve y relama.
Pero no sabe qué ni tampoco cómo.
A lo confortable así volverá,
con el desamparo tan presente.
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