"La última casa a la izquierda", la ópera prima de Wes Craven

La primera película del fallecido director estadounidense es una historia que se adentra en la psicología humana más perversa y los desastres que conlleva la venganza


Despunta el alba. La claridad del día comienza a emerger sobre las tranquilas aguas de un lago. Estas parecen espesas de la única forma que suele asemejarse ese líquido mientras en su superficie las plantas crecen. Una pareja de patos nada tranquila. Aparentemente sin preocuparse por lo que pasa a su alrededor mientras son observados, desde lejos, por la mirada furtiva y atenta de algo, o alguien, que sabe que más tarde o más temprano se convertirán en su presa. Así es como comienza la primera película que rodó el fallecido Wes Craven, “The Last House on the Left” (1972).

El director estadounidense, además de guionista y productor, se licenció en su juventud en Inglés y Psicología. Esto último se puede observar en su trayectoria por la manera en la que trata los miedos de la gente. En “La Última Casa a la Izquierda” (así se la tituló a nivel estatal), mediante una puesta en escena truculenta, visceral y que explora la brutalidad y falta de aprensión en el ser humano, muestra los instintos más bajos de este y las terribles consecuencias que puede acarrear consigo. También aborda el imaginario romántico que se asocia a diferentes etapas de la vida.

Nacido en 1939 en Cleveland, Ohio, el director, que se crió bajo una estricta educación bautista, realiza una fuerte crítica al conservadurismo religioso y muestra sus consecuencias en los que, aparentemente, son los personajes antagonistas de la narración. Estos, con sus acciones, hacen que unos protectores progenitores de clase media-alta actúen bajo los impulsos de la venganza más irreflexiva convirtiéndose en el “reflejo” de aquello que les ha empujado a actuar de esa manera. Todo ello cuando faltaban tres años para que finalizara la Guerra de Vietnam (1955-75).

Quien falleciera en agosto de 2015 a la edad de 76 años dejó como legado una trayectoria cinematográfica con altos y bajos, intermitente, que no llegó a ganarse la opinión favorable de la crítica cinematográfica, pero que ofreció obras maestras, auténticos iconos de la cultura popular, con historias como “Las Colinas Tienen Ojos” (1977), la fructífera participación en “Paris je t’aime” (2006), el interesante desmembramiento de las normas vigentes en el género de terror con la saga de “Scream” o la extraordinaria película de serie B “La Cosa del Pantano” (1982). Eso sin contar la creación de ese psicópata asesino de niños y, posteriormente ya explícitamente pederasta en el “remake” de “Pesadilla en Elm Street” estrenado en 2010, que fue Freddy Krueger.

Antes de convertirse en uno de los ejes vertebradores del cine de terror actual junto a David Cronenberg y John Carpenter (eso comenta la versión oficial, la cual parece olvidarse de George A. Romero y Tobe Hooper), trabajó de taxista y profesor, además de participar en mayor o menor medida dentro de la industria del cine porno. De hecho, su segunda película, “The Fireworks Woman” (1975), pertenece a ese género y la firmó bajo el pseudónimo de Abe Snake. Fue en ese mundillo en el que conocería al también director, productor y guionista Sean S. Cunningham (“Viernes 13”, 1980). Estamos hablando de tiempos anteriores al estreno de “La Última Casa a la Izquierda”.

La historia se centra en el día del decimoséptimo (17) cumpleaños de Mari Collingwood (Sandra Peabody). Tal y como comenta en la película, ella se siente por primera vez una mujer plena y planea celebrar su aniversario asistiendo al concierto de “Bloodlust” en compañía de su amiga Phillys Stone (Lucy Grantham). Todo mientras sueña con una pérdida de la virginidad entre algodones. Sus padres, Stelle y Jhon (Eleanor Shaw y Richard Towers), se muestran reacios a su asistencia (tanto por el grupo, el lugar de celebración y su acompañante), pero tras una charla de carácter moralizante acceden a regañadientes obsequiándole previamente un collar que plasma el símbolo pacifista con la intención de que le traiga suerte.

Antes de comenzar el viaje deciden comprar un poco de marihuana con la que acompañar el concierto. Ya en el barrio en que se celebrará conocen a Junior (Marc Sheffler), quien les invita a subir al piso donde tendría guardada la mercancía. Una vez allí, son secuestradas (Phillys es violada) por el séquito de Krug (David S. Hess). Junto a Sadie y Fred (Jeramie Rain y Fred Lyncon), son metidas en el maletero del coche con la intención de escapar del Condado. El vehículo se averiará justo al lado de la casa de Mari. Ellas intentarán escapar, pero perderán la vida. El grupo, sin saberlo, piden cobijo en casa de los Collingwood. Estos, tras descubrir lo que le había sucedido a su hija, inician su cruenta venganza.

Poster promocional (imbd.com)

Su rodaje, que se prolongó durante apenas 21 días, contó con un limitado presupuesto de 87.000 dólares. El resultado de ello, a pesar de las intermitentes y, en ocasiones, frías actuaciones de los integrantes del elenco, es un largometraje que dispone de una maravillosa fotografía con unos paisajes muy bien reflejados. Además, cuenta con algunos fallos de consistencia en la edición, cuya autoría estuvo en las manos del propio Craven. Se aprovechó de manera notable la luz natural, tanto la diurna como la nocturna. Esta, la oscuridad, desprende un marco esencial a la hora de comprender mejor las escenas en las cuales está presente. Por si fuera poco, la banda sonora, que corre a cargo de uno de los antagonistas, David .S. Hess, es una mezcla de rock, blues, country y música experimental que, aunque en un principio causa confusión, le aporta mayor dinamismo a la narración.

Un mérito de la película es que el espectador ya sabe del trágico final que tendrán las jóvenes. Asimismo, se van dando pistas sobre qué acontecerá. La dirección de Craven consigue que la tensión sea muy marcada, logrando que en los estómagos se formen nudos a la par que se llega a desear que la agonía de las dos chavalas finalice y que, tristemente, acaben con sus vidas en forma de liberación. Para ello muestra las torturas que les ocasionan, ya sea de forma explícita o no, jugando con las voces y sonidos en el ambiente. Entre estas llega a haber un caso de parafilia uralagnia (sentir placer, entre otras cosas, al ver orinar a personas), la cual se ve acentuada mediante el sadismo con el que le obligan a Phillys a orinarse encima, justo después de que la noche anterior hubiera sido violada.

El grupo comandado por Krug se nos presenta como si cada uno de ellos fuera un depravado psicópata fruto de la inmisericorde sociedad. Es más, ellos mismos llegan a sugerir que lo son cuando están en el domicilio de los Collingwood. Astutamente, Craven nos muestra sus consecuencias y, a excepción de Junior, de ninguno de ellos se entra en los detalles de por qué su comportamiento es tal. Respecto a Junior, el chico resulta ser el hijo ilegítimo del propio Krug, quien le habría sumergido en el mundo de la heroína con tal de tenerlo a su merced. De esta manera, el que parece que es el único que está en contra de lo que va a suceder, será el encargado de llevar a las chavalas hacia su final debido a la necesidad de conseguir su dosis. Dos vidas a cambio de un chute.

Será él el que se enfrente a esa figura paterna que lo tiene maniatado después de ver todo aquello sobre lo que les iba avisando que iba a pasar y acababa sucediendo. Se trata de una pequeña metáfora del mito de Casandra intercambiando el género. Él mismo acaba suicidándose tras inducirle Krug cuando el primero le está amenazando con un revolver tras finalmente revelarse y traicionarle. El papel encarnado por David S. Hess se nos presenta como una persona inmisericorde, sin empatía alguna hacia los demás y que cuando parece sentir algo de pena hacia Mari es en el momento de ejecutarla. Una sobrecarga emocional que no es tal, ya que se da cuenta que acaban de cometer el mayor crimen sexual que se puede llevar a cabo. Justo en ese momento le viene a la cabeza la conversación habida en el coche sobre ello. Habían torturado, obligado a practicar el sexo con su amiga y violado a una joven virgen de 17 años. Por lo tanto, hay que acabar con las pruebas y ella es parte de ellas.

Se trata de un acto de sadismo reforzado en la superioridad que otorga el verse controlador mediante el sexo. Una forma de castigar a la sociedad a través de las que serían sus futuros pilares. Un sadismo que se ve fortalecido mediante el desmembramiento al que es sometida Phillys. Esto es aprovechado en el sufrimiento de Mari, a la cual le muestran el brazo seccionado de su compañera mientras su agonía se prolonga y el placer de Krug, Fred y Sadie va en aumento y Junior siente que todo va a estallar. Antes acabar con ella, como un firme egocéntrico en la necesidad de dejar su firma y obtener protagonismo mediante sus obras de arte, Krug estampa su nombre sobre el pecho de Mari usando la navaja de Fred como herramienta. Todo ello con una sutileza increíble en los planos. Estos dejan entrever la monstruosidad que se está produciendo con una delicada escena gore en la que se juega con las vísceras de Phillys.

Pero Krug no sería nada sin su séquito. En todo momento busca implícitamente el reconocimiento. Su mejor aliado es Fred, un misógino navajero acomplejado por el diminuto tamaño de su pene que se ve en la obligación de mostrar su hombría continuamente. Toda esa inseguridad la disimula estando en grupo y sometiendo a las dos jóvenes a su voluntad. Además de ello, está alabando constantemente las decisiones que toma Krug. ¿Siente dolor o empatía por lo que han hecho? No, para nada. Toda apariencia de ello es un velo que en realidad esconde su sorpresa por el cumplimiento de la profecía habida en el coche. Después seguirá a Krug como quien sigue a un macho alfa. En el fondo es tal su insatisfacción que no dudará en conquistar a la madre de Mari mientras están bajo su techo. De conseguirlo su acción estaría completamente realizada. Podría así demostrar que puede actuar por cuenta propia y que, en realidad, es un conquistador.

La quinta integrante del grupeto es Sadie. Una joven rubia, barriobajera, sin modales ni escrúpulos que no duda en ser el juguete sexual de todos ellos mientras disfruta del poder que le otorga la protección de Krug. Se nos presenta como una persona que está comenzando a familiarizarse con el feminismo y que empieza a leer sobre el componente fálico de la sociedad patriarcal a través de textos de Sigmund Freud. Será ella misma quien pida compañía femenina con la amenaza de no acostarse con ninguno de ellos hasta que llegue ese momento. Será partícipe de las torturas y violaciones hacia las jóvenes y disfrutará yaciendo bajo el techo de los Collingwood como una merecida recompensa después de averiguar la propiedad de la mansión habiéndose dado anteriormente un festín gracias a la hospitalidad de quienes no sabía su identidad. Acabará falleciendo a manos de Stelle Collingwood en la piscina de la casa, con la misma figura que había acabado su víctima. Antes de eso se enfrentará a Krug durante la lucha que este tiene con Jhon, no por remordimientos, sino por el deseo y desesperación ante su propia supervivencia.

Kurug, a la izquierda, junto a Sadie y Fred en la cama de Mari (horrorobssesive.com)

La otra cara de la historia la conforma el matrimonio de mediana edad y socialmente acomodado de los Collingwood. Esto se debe a la profesión de psicólogo de él, quien lucha por comprender el comportamiento de su hija basándose en los estereotipos que a esa franja de edad le atribuye la rama científica que expresa. La educación conservadora que le dan a su vástago se cimienta en las bases católicas que señala Stelle a Mari. Aceptan, a regañadientes, su ansia de libertad e intentan que siga una férrea disciplina. Pese a ello, ceden en los deseos de su hija y le regalan un collar que dibuja el símbolo pacifista. Después de interrogar a Phillys debido a sus suspicacias hacia ella y que hubieran partido hacia el concierto, la pasión se apodera de ellos. Algo que les hará sentirse tremendamente culpables al comprobar que Mari no regresaba a la hora convenida.

Fieles a sus principios, se ofrecerán como agradables huéspedes cuando el grupo de Krug llega a su domicilio explicándoles que se les había averiado el vehículo. Perplejos, pero conteniéndose, observan la manera en que insaciablemente van devorando los alimentos que les ofrecen. Stelle, pese a la impotencia que siente en su interior, y deseando expiar las culpas que siente por la ausencia de su hija, ayuda a Junior cuando está sufriendo un ataque de abstinencia, momento en que observará que porta el collar que Mari le había dado en señal de amistad para que le ayudara a escapar. Tras dejarle en la habitación escucha la forma en que hablan sobre cómo mataron a las dos adolescentes. Descubrirá entonces la ropa ensangrentada que vestían en el momento del asesinato. Al comunicárselo a su marido saldrán en busca de su hija. La encontrarán a punto de fallecer a la orilla del lago. Un lago sobre el que ya no volverá a nadar ninguna pareja de patos en la siguiente secuencia en la que aparece.

Empezará entonces Jhon su plan de venganza mientras Stelle toma alguna bebida graduada en la sala de estar con el cadáver de su hija en el sofá. Fred, desvelado después de haber tenido una pesadilla, la encuentra allí. No tardará en cortejarla, algo a lo que ella contestará que mejor sería si saldrían al jardín. Una vez allí, intentando dar valor a su hombría, este le pedirá que le ate las manos a su corbata con la intención de poseerla. Ella, antes de nada, se ofrece a practicarle una felación no sin antes pillarle su pene con la cremallera. Después, justo cuando va a alcanzar el orgasmo, le castra mediante un crudo mordisco en el que se puede apreciar el desgarramiento de la carne. Ese miembro viril, el mismo que nunca más volverá a poder usar debido a lo que había perpetrado, acabará en el mismo lago en el Mari fue tiroteada tras rezar en voz alta después de haber sido violada.

En este punto comienza el principio de la vida sin futuro del matrimonio. Tras comprobar la muerte de Mari da comienzo la venganza que acabará truncando la vida de los agresores y también la suya propia. Amparados por el seguro territorio de su hogar que ha sido brutalmente profanado, terminarán matando Sadie y Krug. Antes de acabar con este último, Jhon será testigo de su embaucador poder cuando logra que Junior se pegue un tiro tras habérsele enfrentado. Esto lo aprovechará a la hora de coger su sierra mecánica. Con esta será con la que acabe con su vida pese a los intentos del Sheriff por impedirlo. Tras ello, con el telón de la fiesta de cumpleaños dedicada a Mari a punto de caer al suelo, Jhon, cabizbajo, recibe el abrazo de Stelle. El ayudante del Sheriff, de forma cautelosa, le retira la motosierra sabiendo que es el final para ellos dos y que, por desgracia, en el fondo, son ellos los causantes de todo al no haber podido evitarlo.

Los Collingwood ejerciendo de anfitriones (nostalgiacentral.com)

El hilo que conduce todo, el objeto por el cual llegan a su punto final todos los hechos, es la pareja de Agentes de la Ley. Personificados en dos incompetentes acomodados por la tranquilidad de la zona, y deseosos de los pasteles ofrecidos por los denunciantes, sueñan en todo momento con un caso que les permita avanzar en su carrera profesional. El aviso de que por la zona andaban Krug y su séquito les insufla ánimos, también la fantasía. Los personajes están caracterizados por Marshall Anker y Martin Kove. Este último es el mismo que dio vida a Jhon Kreese, el sensei antagonista de “Karate Kid” (1984). Esa misma imagen humorística que de ellos se da sirve para presentar la desidia de la sociedad por la Guerra de Vietnam y los movimientos raciales en el país.

Su representación nos muestra a dos Agentes que están aburridos de su trabajo debido a la rutina. Acostumbrados a meros trabajos de papeleo, no se toman en serio la denuncia de la desaparición de Mari. Sus ratos en la oficina los pasan jugando a las damas o comiendo. De hecho, el Sheriff presenta un notable sobrepeso, mientras que su ayudante, pese a su buen aspecto físico, parece denotar una ausencia de luces. Descubrirán por la descripción realizada del coche de los fugitivos que este era el mismo al que no habían comprobado la matrícula en las cercanías de la entrada a la residencia de los Collingwood. Para colmo de males, al salir a la carrera después de cerciorarse de su desastre, se quedarán sin gasolina y deberán realizar el trayecto a pie. Durante este camino soportarán el desprecio de unos “hippies” que les dejarán en la estocada y el maltrato al que les somete una mujer afroamericana que les hace subirse a la capota de su camioneta alegando que ellos serían la ley, pero que el vehículo era suyo. Finalmente, tras mucho caminar, no consiguen evitar la venganza de los Collingwood ni la muerte de las jóvenes, quienes siempre habían estado en el bosque de la zona.

Se trata de un largometraje que sorprende por su truculenta su narrativa y la tensión que emana. En su estreno fue duramente criticado por ello mismo, incluso su difusión sin cortes no fue permitida en el Reino Unido hasta 2008. Lo que en ella se muestra, a parte de la arriesgada apuesta que hizo el director, no es solo una historia en la que se sesga la vida de dos jóvenes o la posterior venganza de los progenitores de una de ellas. Es, en el fondo, un retrato de los lados más oscuros de la psicología humana y sus instintos. De la forma en que algo, es este caso el asesinato de una hija, puede conllevar a la transformación hacia aquello que ha perpetrado todo ello. De ahí que se pueda extraer una crítica a la Guerra de Vietnam expresando que estaban recibiendo lo mismo que estaban dando. Esto se puede observar en las formas de Krug y los demás, que parecen actuar de la misma manera que se acusaba a los soldados norteamericanos; faltos de escrúpulos, sin corazón y aprovechándose del país vietnamita. También en el aspecto de los movimientos sociales.

A modo de final habría que señalar varios asuntos más. El primero es que Wes Craven se basó en “El Manatial de la Doncella”, largometraje del sueco Ingmar Bergman estrenado en 1960. De ella hace una particular revisión en la que entremezcla los personajes y le confiere un aspecto completamente visceral. Otro punto es que tuvo un más que interesante “remake” en 2009. Dirigida por Dennis Illadis, su producción corrió a cargo del propio Craven y Sean S. Cunningham y se adentra más en las personalidad de los personajes a la vez que algunas están alteradas. Otro aspecto a destacar es que se trata de un largometraje que ha influenciado a posteriores películas dentro del género de terror, ya por su forma de rodar los planos, ideas que se tomaron en la guionización de otras o la manera de tratar la psicología de los personajes, mostrando su visceralidad sin sumergirse en el porqué. Incluso Quentin Tarantino le haría un pequeño homenaje en “Malditos Bastardos” (2009) mediante la grabación de esvásticas a los nazis. Y ya por último, en toda la filmografía de Craven se encuentran detalles ya habidos en esta, como puede ser el caso del uso de trampas o un humor que alcanza lo macabro. El nombre de su personaje más icónico, Fredy Krueger, es un compendio de Fred, Krug y sus personalidades, además de que en el largometraje ya aparecen las piezas de un puzzle que serían usadas después en la famosa película de 1984.

























































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