ASCENDER LA MONTAÑA
Qué fácil resulta tildar
a alguien de adicto
cuando ni siquiera
alcanzamos a comprender
ese sufrimiento que padece.
Toda esa nébula agonía,
ese frío abrazo
que parece abrigar
cuando las trémulas noches
tienen un envoltorio perenne.
Y parece
que nos conformamos
sintiendo una dulce pena
con el vestido en los entresijos
que dulcemente fueron hilados.
Tan grácil se siente el disfraz…
Hermoso ornamento
que se teje
por la mente.
O lo que aprendemos
mediante las experiencias
que la vida nos está obsequiando.
Esa febril impotencia
que se les hace tan difícil explicar...
la efímera sensación de la paz
cuando ascienden la montaña
a la que se ven obligados a escalar
en la búsqueda por conseguirla.
“Se tendrá que enfrentar
todos los días a ello”,
como si supiéramos
lo que todo eso supone
y lo cuán doloroso que es.
Y nos engañamos
con un fino velo
que siempre nos ciega.
Calzarse los zapatos
de otro, ponerse en su lugar.
Hermosa reflexión
que para nada sirve
si no nos escuchamos.
Estaríamos tomando
una postura similar
a todos aquellos
que para sí lo exigen
sin siquiera intentarlo.
![]() |
elmundo.es |
Comentarios
Publicar un comentario