LO DANTESCO
Decoraban sus uñas esas paredes
mientras asomábanle sus huesos
a la par que la flacidez de sus pieles
eran espectáculo dantesco
en aquella sala
cargada de angustia
y superficies frías.
Ya no sentía dolor.
Tampoco la claustrofobia
de los primeros instantes.
Era uno con ello.
La imagen de la desgracia
transformada en lo constante.
Y es que ya parecíale todo inmutable
al volver en la paz el tormento
que afloraba desde un único paisaje
en el que rezumaba lo oscuro
como la claridad
que de encontrar habría
en otras estancias.
Y no existía el dolor.
Y ni una gota de agonía
donde poder cobijarse.
Era todo equilibrio.
Tampoco había la lejanía
ni el concepto de presente.
Lo aceptó. Lo interiorizó.
Le dijeron: "... y de acuerdo estarás.
Sin pestañear; así lo aceptarás".
Y sin notarlo, eso pasó.
No había recuerdos de resistencia.
Eso hace tiempo se esfumó.
Ni siquiera algunos restos.
Como si ya no hubiera nada más.
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