LA GRACIA DE LA PALABRA SANTA
No existe nada más peligroso
que aquel que convierte
en ley sus palabras.
En sutil vuelve lo indecoroso.
Y marca las bases
de las luces santas.
Dispone de la gracia de dictar
la naturaleza de lo que es pecaminoso,
incluso a sabiendas de que no es lo correcto
el veredicto de su sentencia.
Su potestad en el nombrar santos
ha de cobijarse más allá de toda duda.
Y eso a pesar de su gran facultad en escuchar
al contrario, quien pasa al olvido.
Tanto es así que, incluso, las penas
habrán de servirse en su criterio...
e igual sucede con las alegrías:
se celebrarán bajo su amparo.
Y qué decir sobre las palabras...
han de ser usadas con el tino
mediante el cual han sido marcadas.
¡Figuren si este es sobrepasado!
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