LA PERSONA QUE BUSCABA TENER UN CORAZÓN DE ORO...
De oro,
quería tener
su corazón
de ese material
por encima
de todas
las cosas.
Tanto era
su deseo
que buscó
alquimias
en eras
sin tiempo
ni cantos
en velas.
Buscó
los lugares
que contaron
se encontraba,
pero su ansia
cegaba
su tarea.
Buscaba
con ahínco
en pozos,
praderas,
mesetas,...
todo ello
en deseo
personal.
Tanto buscó,
y recorrió,
que su meta
fue olvidada
e ignoraba
su motivo.
Veía mañanas
que parecían
los ocasos
de otros tiempos
olvidando
esas horas.
Finalmente,
arribó al mar
e intentaría
saber por qué
allí estaba
su persona.
Y recordó
su fantasía
y aquel viaje
comenzado
en otros días
del pasado.
Miró el agua.
Tenía vida
en constante
y brillante
algarabía.
Miró el agua.
Eso era oro.
Llena estaba
del brillante
Sol saliente.
Él deseaba
todo aquello.
Fue sacando
las pepitas
para después
derretirlas
en un fuego.
Luego pensó
cómo hacerlas
para unirse
con la balsa
de su cuerpo.
Y pensaba
en todo ello
diciéndose
por qué no antes
lo caviló
en su andanza.
Pensó, pensó
cómo hacerlos
uno solo.
Pensó, pensó
y transcurrió
mucho tiempo.
Se transformó
en una gran
roca cerca
de la orilla
que no tenía
un corazón
de aquel oro.
Este estaba
en la tina
que guardaba
las pepitas
que recogió.
Había muchas,
suficientes
como para
hacer uno
el corazón
y aquel oro.
Pero no hubo
algún modo
de unirlos,
que vibraran
desde el margen
de sus ansias.
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