SOPLA EL VIENTO Y...
Sopla el viento
traspasando la bóveda
que nos cubre
dirigiéndose a la capa
que es el suelo
permitiéndonos caminar
mientras mece
nuestro rostro y fisionomía.
Y lo hace a sabiendas
de que es mejor así,
aunque nada logre.
Y lo hace a sabiendas
de enjuiciarse estéril
esa vorágine.
En el fondo,
con ese peregrinaje,
construye murallas,...
los refugios
que protegen
de sí mismo.
De sí mismo
por instantes
donde el fulgor
parece atravesar
cada uno de los paisajes
en revuelo.
Entonces, cuando el caos reina,
aparecen sin notarse
futuros escaparates
por los sitios que pasaba.
En su rito itinerante
se esconden unas ventanas
que suelen resultar vacías
hasta mucho tiempo después.
Cuando es suave su manera
al momento de proceder
pasa que lo mismo ocurre
en el surgir de esa escena.
Todo ello suele ocurrir tan despacio
que no se percibirán los cambios
hasta haber pasado tanto tiempo
que se pregunta cómo ha pasado.
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