CUANDO CONTEMPLÓ EL EXTERIOR

Llovían mares en la cárcel

que hacía él mismo se construyó.

Con un reluciente marfil

decorativo era estéril

a lo diario del exterior,

hacia lo que evitaba ver.


El agua entraba a borbotones. 

Era la misma proporción

de lo que trató de dejar atrás,

aunque se introducía con más fuerza.

La corriente le trasladó

a la esquina de la pared.


Con dificultad, a duras penas,

logró asirse en un recodo

que sobresalía tímido.

Agarrado pasó una jornada.


La riada fue descendiendo.

La pared dejó verse una grieta

por la que pasaría una persona.

Pudo atisbar el exterior.


Dudó, y lo hizo durante otra jornada más.

Asomó la cabeza. Después, el cuerpo.

Pudo sentir la brisa sobre su testa.


Hacía fresco. También iluminaba el Sol.

Admiró de aquel paraje su belleza.

Sintió que se libraba de todo el peso.


Todo aquello que le anclaba,

todo eso que le frenaba,

seguiría estando ahí, presente,

pero se volvió horizonte

que le guiaba en el avanzar

al conseguir dejarlo atrás. 

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